A las 11:30 de la mañana de este sábado 17 de mayo, el Instituto Uruguayo de Meteorología (INUMET) emitió una advertencia amarilla. El documento, escueto pero preciso, señalaba un fenómeno: persistencia de lluvias abundantes con una probabilidad superior al 75%. La atmósfera, según el parte, estaba perturbada. El país —o al menos una porción definida del suroeste— entraba en zona de vigilancia.
No hubo estridencias en el comunicado. Pero sí un mensaje claro: la lluvia no sería pasajera. Se mencionaron precipitaciones que, en cortos períodos, podrían volverse intensas. Y se advirtió sobre tormentas aisladas, granizo ocasional, actividad eléctrica y rachas de viento fuerte. El informe era técnico, pero en su trasfondo hablaba de algo más: de una alerta silenciosa que se desplegaba con el mismo ritmo que el agua sobre los techos.
Colonia figura completo en la advertencia: el departamento entero bajo la lupa del clima. En la lista también aparecen zonas concretas de Río Negro —Fray Bentos, Nuevo Berlín, Los Arrayanes, Bellaco, Gartental, Tres Quintas—, de San José —Ecilda Paullier, Libertad, San José de Mayo, Kiyú-Ordeig, entre otras—, y de Soriano —Cardona, Dolores, Mercedes, Palmitas, y más.
La advertencia no tenía aún una hora de finalización. Tampoco había predicción de mejoras. Solo la promesa de que la situación se seguiría monitoreando, y que cualquier cambio se comunicaría. En otras palabras: el cielo estaba abierto, y el pronóstico quedaba en suspenso.
Afuera, en cada localidad nombrada, la lluvia seguía su curso. A veces suave, a veces densa. Pero siempre presente. Como si el parte del INUMET no hablara solo del tiempo, sino del tiempo que se detiene.
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