El ministro de Trabajo, Juan Castillo, relativizó el impacto del cierre de Calcar, señalando que hay una problemática estructural en la industria láctea. Sus palabras podrían generar malestar en sectores locales que esperaban un enfoque más enfático frente a la situación de los trabajadores afectados.
El reciente cierre de la planta industrial de Calcar en Tarariras, que afecta directamente a unos 100 trabajadores, fue abordado por el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Juan Castillo, en una serie de declaraciones públicas que abrieron una polémica de alcance nacional y local.
En diálogo con El Observador y posteriormente consignado por Telemundo (Canal 12), Castillo enmarcó la situación de Calcar dentro de una lista de “unas 17 situaciones conflictivas” que su cartera enfrenta, y afirmó que el nuevo gobierno lleva apenas un mes “atajando todos los penales”.
El secretario de Estado se refirió específicamente al cierre de Calcar como “un tanto abrupto” y agregó que “generó un poquito más de complicaciones”. Más allá de la frase que busca mostrar un panorama general de dificultades, el uso del diminutivo para referirse al impacto del cierre de una cooperativa histórica en el departamento de Colonia podría ser interpretado como una subestimación del alcance del problema por parte de algunos sectores locales.
La industria láctea ha enfrentado tensiones en los últimos años, con reestructuras y cierres que afectan tanto a trabajadores como a productores. En ese marco, Castillo afirmó que existen “una media docena de industrias lácteas complicadas” y que el problema “es más grande que una empresa cooperativa o una situación concreta”. Esta afirmación instala un diagnóstico más estructural, pero deja entrever un riesgo: el de diluir la gravedad de cada caso puntual en una generalización del conflicto.
Si bien el ministro intentó presentar el escenario como parte de una herencia conflictiva del anterior gobierno, al señalar que “vienen todas pálidas”, la falta de mención específica a una estrategia inmediata para los trabajadores de Calcar —ni a planes de reubicación laboral ni a instancias concretas de negociación— genera desconcierto, especialmente en un departamento donde la planta era fuente directa e indirecta de ingresos para numerosas familias.
El cierre de Calcar no solo representa la pérdida de empleos, sino también el deterioro de una red cooperativa con décadas de historia en la zona. En este contexto, la frase “un poquito más de complicaciones” podría generar inquietud o malestar en la comunidad, en tanto no refleja con claridad la magnitud de lo que está en juego. En política, las palabras pesan. Y en este caso, el peso recae sobre una comunidad que enfrenta incertidumbre laboral y económica.
Los próximos pasos del Ministerio de Trabajo serán observados con atención. No solo por lo que se haga, sino también por cómo se comunique. Porque cuando se cierran plantas, también se cierran expectativas, y lo que para algunos puede ser “una más entre muchas”, para otros es la vida entera.
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