Por Redacción de Carmelo Portal
En Colonia, la caída de empresas comienza a configurarse como un fenómeno que excede lo anecdótico. No se trata ya de un cierre aislado, sino de una seguidilla que afecta a diversos sectores —comercio, logística, agroindustria, servicios turísticos— con consecuencias directas en el empleo, el tejido social y el ánimo colectivo. En este escenario, la metáfora del efecto dominó parece cobrar vida: una ficha cae y arrastra a las demás. Pero surge entonces una pregunta clave: ¿cuál fue la primera ficha?
¿Hay una causa única que explique el efecto dominó empresarial en Colonia? Probablemente no. Más bien estamos ante un escenario multicausal, donde factores económicos, sociales, tecnológicos y culturales se entrecruzan. El concepto de sindemia, usado en epidemiología para describir la superposición de crisis, puede ser útil aquí: no es una sola crisis, sino varias que se potencian entre sí.
Desde la sociología económica, autores como Karl Polanyi o Manuel Castells ayudan a pensar esta interacción entre lo económico y lo social. Polanyi advertía que cuando se desregulan los mercados sin redes de contención social, las comunidades pagan el precio. Castells, por su parte, advierte que en la era de la información, los territorios que no se integran a los flujos globales quedan marginados. En Colonia, esta desconexión puede leerse en empresas que no lograron adaptarse a nuevas formas de circulación de bienes, información y capital.
La necesidad de una lectura territorial
Además, cualquier análisis del efecto dominó debe contemplar una dimensión territorial. Colonia no es Montevideo, ni tampoco una región agroexportadora típica. Es un departamento con fuerte peso del turismo, la logística portuaria, el comercio transfronterizo con Argentina y la producción agroindustrial. Cada uno de esos sectores tiene su propia vulnerabilidad: la caída del turismo interno, la inestabilidad del puente internacional, las trabas a las exportaciones o los precios del agro generan sus propias cadenas de consecuencias.
En este sentido, podría decirse que el acontecimiento inicial no es uno solo, sino que depende del sector en cuestión. La clave está en entender cómo esos microdominos interactúan entre sí: la crisis de un frigorífico afecta al transporte; el cierre de una agencia de turismo repercute en los comercios del centro; la desaparición de una fábrica golpea a los almacenes del barrio.
¿Y ahora qué?
Si el fenómeno es multicausal, la respuesta no puede ser única ni inmediata. Se necesita una lectura sistémica, interdisciplinaria y anclada en el territorio. Detectar los nodos clave, invertir en los sectores con capacidad de regeneración, diseñar políticas de alivio, pero también de reconversión.
Lo cierto es que el dominó sigue cayendo, pero no por una sola ficha. La fuerza del derrumbe está en la suma de factores no atendidos a tiempo. Identificar esas causas, no como culpa, sino como diagnóstico colectivo, es el primer paso para detener la caída.
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