En Nueva Helvecia, cada punto se jugó como nunca. El suelo vibró bajo los pasos firmes de un equipo que supo que cada punto era más que un número: era la expresión de un trabajo sostenido, de una voluntad compartida, de una pasión que no se declama, se juega. El equipo Sub 18 femenino del Carmelo Rowing Club se consagró campeón departamental en un torneo donde el voleibol fue lenguaje y territorio.
No hubo alardes. Hubo entrega. Cada set fue una conversación intensa entre la técnica y el deseo. Las jugadoras fueron tejiendo el triunfo con precisión, con concentración y, sobre todo, con una serenidad que hablaba de preparación y confianza. No necesitaron más que lo justo: talento, compañerismo y temple.
El logro no se midió sólo en el marcador final, sino en la actitud con la que enfrentaron cada partido. La victoria, celebrada con alegría y humildad, es el reflejo de una construcción colectiva que viene desde antes, desde los entrenamientos silenciosos, desde la rutina que no se ve.
En Nueva Helvecia, ese día, el deporte se escribió en presente. Y fue un presente cargado de sentido. Carmelo Rowing levantó la copa con la misma naturalidad con la que defendió cada pelota. Fue un final justo. Un campeonato ganado con justicia.


























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