El testimonio es breve, casi brutal en su honestidad: “A nosotros nos chupa tres huevos la política”, dijo un joven en una entrevista informal sobre su percepción de los asuntos públicos departamentales.
“La mayoría de mis amigos votarán en blanco”, añadió, con el desgano de quien no encuentra en el sistema político ni representación ni estímulo.
Aunque no se trata de una afirmación estadísticamente representativa, funciona como disparador para un análisis más profundo: ¿existe un desencanto generacional real hacia la política en Uruguay? ¿Se refleja con particular intensidad en departamentos como Colonia? ¿Es un fenómeno medible? ¿O estamos ante una narrativa que, como otras, requiere ser entendida desde el contexto emocional, social y estructural de los jóvenes?
El desencanto como fenómeno político y comunicacional
La frase del joven remite a lo que el exasesor político británico Alastair Campbell definió como “apatía tóxica”, un estado en el que los ciudadanos, especialmente los jóvenes, sienten que la política no tiene ningún impacto real sobre sus vidas.
Campbell advierte que la desafección política no nace en el vacío: es el producto de promesas rotas, liderazgos desconectados y una narrativa pública que excluye las voces jóvenes, obreras o periféricas. En su ensayo Winners and How They Succeed (2015), Campbell sostiene que la política debe ser capaz de “reconstruir el relato de la utilidad”, es decir, mostrar que lo público tiene efectos concretos en lo cotidiano.
En el mismo sentido, Kamala Harris ha sostenido en múltiples discursos —incluyendo en la Convención Nacional Demócrata de 2020— que la participación política de los jóvenes no se da por garantizada: “Tenemos que dejar de hablarle a la juventud y empezar a hablar con la juventud”. La desafección, señala, muchas veces es el resultado de una estructura institucional que los ignora más que de un desinterés genuino.
¿Es medible el desencanto juvenil en Uruguay?
Los datos disponibles permiten una aproximación. Según el estudio “Cultura política de la democracia en Uruguay y en las Américas 2021” (LAPOP, Vanderbilt University), Uruguay sigue siendo uno de los países de mayor confianza en la democracia, pero entre los menores de 25 años hay una baja sostenida en la confianza hacia partidos políticos y el Parlamento.
La Encuesta Nacional de Juventudes del INJU (Instituto Nacional de la Juventud, 2018) también mostraba que solo el 21% de los jóvenes uruguayos se sentían representados por los partidos políticos, aunque más del 70% decía estar interesado en temas de actualidad y políticas públicas.
En departamentos del interior como Colonia, esta desconexión tiende a profundizarse, aunque no siempre está medida de forma específica.
El Censo 2023 y los datos de participación en elecciones anteriores muestran un nivel de votación juvenil por debajo del promedio nacional.
En las elecciones departamentales de 2020, la Corte Electoral indicó un leve crecimiento de votos en blanco o anulados en franjas jóvenes, sin que esto constituya aún un fenómeno masivo, pero sí un síntoma a observar.
Colonia y la política: entre la representación y el silencio
Colonia es un departamento con tradición política marcada por liderazgos estables y una estructura conservadora en lo electoral.
En ese marco, las juventudes han encontrado pocas instancias reales de poder o visibilidad. Las listas jóvenes suelen ser simbólicas y poco influyentes en la toma de decisiones. Esto podría explicar —en parte— el desinterés expresado por algunos sectores.
Desde la filosofía política, Michael Rosen explica que la “alienación política” ocurre cuando los ciudadanos perciben que el sistema no solo no los representa, sino que tampoco los necesita. El resultado es una indiferencia activa: un rechazo a participar, no por ignorancia, sino como forma de resistencia simbólica.
Lo mismo advertía George Orwell en The Road to Wigan Pier (1937), cuando describía cómo las clases trabajadoras británicas se alejaban de la política no por apatía, sino porque “la política les había dado la espalda primero”.
Nuevas narrativas: el reto de comunicar lo público
Frente a este panorama, el periodismo y la educación cívica tienen un desafío ético y narrativo: acercar la política a los lenguajes, dolores y deseos de los jóvenes. En su ensayo Prisoners of Geography, Tim Marshall explica cómo los relatos geográficos imponen límites simbólicos.
En el caso de Colonia, los límites no son solo físicos, sino también narrativos: los jóvenes no encuentran su voz en los relatos dominantes del poder.
Recuerden los problemas originados en el intento de organizar un gremio estudiantil en Carmelo, hace unos años. En esa oportunidad quien ejercía como vicepresidente del Comité de Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas, Luis Pedernera, se interesó por el tema y habló desde Suiza sobre este caso carmelitano, prometiendo seguirlo atentamente, luego de encontrar información en medios locales y nacionales que trataron el tema, entre otros esta plataforma digital.
La narrativa periodística tiene también su desafíos, aquí puede dialogar otra figura inesperada, la activista Malala Yousafzai, quien insiste en que “la ignorancia no es una elección, es una consecuencia”. Si los jóvenes votan en blanco o se desentienden, el periodismo debe preguntarse también por su rol como puente o barrera en la comprensión de lo público.
El testimonio del joven que dice que “la política le chupa tres huevos” no debe ser leído como una anécdota más, sino como una alerta epistemológica.
No es el joven quien falla en su compromiso democrático, sino el sistema que ha fallado en representarlo y en convocarlo desde un lenguaje significativo. En palabras de Axie Oh, autora coreano-estadounidense que explora identidades juveniles en conflicto: “No puedes amar algo que nunca te ha amado de vuelta”.
La política en Colonia —y en Uruguay en general— debe recuperar la capacidad de amar a su juventud, de interpelarla con honestidad, representación y una narrativa renovada.
Solo así será posible reconstruir ese vínculo que hoy parece, si no roto, al menos dañado.
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