Por Miguel Guaraglia
La Iglesia católica desarrolla diversas actividades en el marco del Año Jubilar. En diálogo con el programa El Desayuno de Radiolugares, el obispo Luis Eduardo González detalla en esta entrevista el sentido de esta conmemoración y las acciones impulsadas en la diócesis, además de referirse a la eventual visita papal a Uruguay.
¿Cómo se está trabajando en esta instancia que vivirá la Iglesia católica?
Estamos en camino. Todo este año es el Año Jubilar. En la diócesis ya hemos iniciado varias actividades y vamos transitando ese camino. El lema es “Peregrinos de la esperanza”, y buscamos que eso se exprese a través de una caminata durante el año por distintos lugares. No solo en los templos designados como lugares jubilares, como la catedral Nuestra Señora de las Mercedes, la basílica en Colonia, el santuario de la Virgen del Carmen en Carmelo y el santuario de Schoenstatt en Nueva Helvecia.
¿Cómo se han organizado esas peregrinaciones?
Distintos grupos han ido peregrinando a esos lugares. Por ejemplo, nosotros, como Consejo Pastoral Diocesano, nos reunimos en Nueva Helvecia, peregrinamos allí, hicimos una oración y atravesamos la puerta santa. Lo mismo hicieron los jóvenes y el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Ya vamos caminando y todavía nos queda la segunda parte del año, en la que también habrá actividades similares.
¿Qué es el Año Jubilar y qué significa para los fieles?
Es una bendición. Cada 25 años la Iglesia celebra un Año Jubilar. En esta ocasión, el papa eligió el tema de la esperanza. Aunque el centro del año jubilar sigue siendo la misericordia. Esto tiene antecedentes históricos desde antes de Cristo. La Iglesia lo retoma y se mantiene hasta hoy. Es un tiempo para reflexionar sobre el perdón, la reconciliación. En otro lenguaje, podríamos decir que es una oportunidad para volver a empezar.
¿Cómo se traduce eso en la vida cotidiana?
A veces necesitamos un alto en el camino para replantear hacia dónde vamos, cómo nos sentimos. Para los creyentes, es un diálogo íntimo con Dios, pero también un caminar con otros, con una comunidad que sostiene. Lo espiritual se manifiesta en acciones concretas. En todo el mundo se están desarrollando actividades con ese espíritu.
¿Puede dar algún ejemplo reciente?
Ayer nos reunimos en Montevideo en el santuario del Sagrado Corazón de la Victoria para celebrar el jubileo de los sacerdotes. Estábamos convocados los obispos y sacerdotes del país. Hicimos una consagración que Jacinto Vera realizó hace 150 años y la renovamos. También pedimos esperanza para poder transmitirla. En cada diócesis hay actividades. Cada parroquia tiene su itinerario. En los cuatro lugares jubilares que mencioné, se puede ir con disposición espiritual o en grupo, y vivir una experiencia profunda de misericordia.
¿Qué actividades están previstas para la segunda mitad del año?
El Día de la Diócesis, en septiembre, convocaremos a todas las parroquias a peregrinar a la catedral. Tendremos un momento de oración fuerte, relacionado con el lema de caminar en la esperanza. En un mundo que muchas veces nos quita la esperanza, o incluso la fuerza de la fe, este tipo de espacios nos ayuda a sostenernos.
Ha cobrado fuerza la posibilidad de que el papa visite Uruguay. ¿Qué puede decir al respecto?
El cardenal Daniel Sturla le planteó esa posibilidad al papa, y él expresó su intención de viajar a Argentina. Si eso se concreta, es probable que también venga a Uruguay. Así funciona la planificación de los viajes desde Roma. Podría incluir otros países de América Latina. No hay fecha, pero sí una voluntad. Para nosotros, su visita sería una bendición. No solo para la Iglesia, sino para todo el país.
¿Qué impacto tiene una visita papal en un país como Uruguay?
Históricamente, la visita de un papa deja una huella espiritual y también social. Sus mensajes invitan a la reflexión y, muchas veces, establecen vínculos con el Estado para abordar problemáticas sociales o culturales. Recordemos que san Juan Pablo II vino a Uruguay en dos oportunidades. Su primera visita fue en el contexto del conflicto entre Argentina y Chile, con el objetivo de mediar por la paz. Y se logró. La presencia de un papa tiene un impacto real, como mensajero y también como figura de unión en momentos difíciles.
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