Hay edificios que envejecen con dignidad. Otros, simplemente envejecen. Y después está el Hotel Casino Carmelo: un gigante que alguna vez supo ser esplendor y hoy es más bien una especie de ruina con pretensiones de patrimonio. No por lo que fue, sino por lo que no logra dejar de ser: un símbolo de lo que pasa cuando nadie se pone de acuerdo.
Los vecinos, cansados de ver cómo el edificio acumula promesas como palomas en sus aleros, ya no se indignan: se inspiran. “Si no lo arreglan, al menos cobren entrada para ver el fracaso de cerca”, sugiere un pescador mientras ordena sus líneas en la orilla.
“Que lo dejen así, pero con un cartel que diga: Esto es lo que pasa cuando nadie se pone de acuerdo”, lanza una señora con sombrero, bolso de tela y una precisión quirúrgica para las verdades incómodas.
Y no son los únicos. Hay propuestas para convertirlo en set de filmación de películas postapocalípticas, en museo de promesas rotas, o incluso en una sede del “Ministerio de la Nada”, donde no se hace nada, pero se cobra igual. “Sería el lugar perfecto para ensayar reuniones de gabinete: nadie llega a ninguna decisión, pero todos se sacan la foto”, ironiza otro vecino, que ya perdió la cuenta de cuántas veces escuchó que “el proyecto está encaminado”.
Mientras tanto, el edificio permanece. Como postal. Como metáfora. Como prueba de que el abandono no necesita permisos. Solo necesita tiempo. Y de eso, en Uruguay, hay de sobra. En especial cuando hay que resolver algo entre varios niveles del Estado. Ahí el tiempo se estira como chicle viejo bajo el sol de enero.
Carmelo ya no mira al hotel esperando respuestas. Lo mira como quien ve una ex casa de verano abandonada: con una mezcla de nostalgia, bronca y resignación. Algunos todavía recuerdan los años en que ahí se bailaba, se brindaba y se apostaba al porvenir. Hoy se apuesta más bien a que no se venga abajo del todo.
Quizás un día se decidan. Quizás no. Mientras tanto, el Hotel Casino Carmelo sigue ahí: como un monumento al desacuerdo, al desgaste institucional y a la capacidad inagotable que tiene Uruguay de postergar lo evidente.
10 propuestas turísticas para revivir el Hotel Casino Carmelo
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Un circuito de turismo aventura: explorá las habitaciones abandonadas con casco, linterna y guía que te traduce expresiones como “esto lo van a reactivar” al idioma real: “esto queda así”. -
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Vení a preguntarte “¿por qué estoy acá?” mientras mirás el techo caer lentamente. Ideal para quienes buscan experiencias intensas sin hacer nada. Incluye café instantáneo y soledad bien iluminada. -
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Juego de escape donde el objetivo es salir del hotel con una inversión real aprobada. Casi imposible. Apto para funcionarios valientes y gestores de fe. -
Circuito de Turismo Tristemente Realista
Visitas combinadas a: el hotel abandonado, el teatro de verano cerrado, el camino que nunca se asfaltó, y la oficina de turismo con folletería de 2003. Finaliza con un brindis de resignación. -
Hotel Vintage sin Restaurar (Estética Decadente Intencional)
Nuevo nicho de mercado: turistas que buscan lugares “auténticos”. No hay agua caliente, pero sí buenas excusas. Todo original: polvo, grietas, promesas. -
Observatorio de Políticas Turísticas que No Cuajan
Centro de estudios y tours guiados para investigadores, estudiantes de turismo, y personas con espíritu masoquista. Talleres: Cómo no diseñar «una política pública». -
Festival Internacional del Turismo en Ruinas
Reunión anual de gestores de destinos abandonados del mundo. Charlas TED en sillas rotas, visitas a estructuras en decadencia, y paneles como «Lo que no se hizo… y cómo justificarlo». -
Paseo Turístico de la Esperanza Suspendida
Trencito pintoresco que recorre todo lo que alguna vez fue «una buena idea».
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