No hay argumento táctico ni plan de juego que pueda contra el peso de una buena superstición. Y si algo han aprendido los hinchas celestes en este camino rumbo al Mundial, es que cuando Bielsa se sienta en la heladerita, el destino se pone de espaldas.
Así lo dicen en las redes, en los asados previos a cada partido: «que no se siente en la heladerita, por favor». No importa si es por cábala, por superstición o por puro deseo colectivo de cambiar la suerte: la pequeña heladera portátil se ha convertido en objeto de sospecha.
Desde que el técnico argentino adoptó ese banco improvisado —un clásico entre pescadores, técnicos de baby fútbol y barra de amigos que van al camping—, la selección ha tenido altibajos.
El episodio más citado por los creyentes de esta nueva teoría supersticiosa fue la derrota en Ecuador. “Ese día estuvo clavado ahí, sin pararse casi, y perdimos”, dice Ernesto, un hincha carmelitano que lleva la cuenta al detalle.
No hay prueba científica que lo respalde, pero tampoco nadie que se anime a desmentirlo del todo. Los supersticiosos tienen su propio VAR: la memoria popular. “Es como cuando Obdulio no se quería bañar antes de los partidos”, recuerda Rosa, desde Juan Lacaze, convencida de que las cábalas son tan parte del fútbol como el VAR o las tarjetas amarillas.
El próximo partido ante Venezuela es clave, y la presión sobre la heladerita crece. En Twitter ya circulan campañas con el hashtag #BielsaParate y #NoALaHeladerita. Algunos proponen esconderla en el vestuario, otros piden reemplazarla por un banco plegable, o mejor aún: que Bielsa no se siente nunca, que camine como un alma en pena por la línea de cal, como en sus mejores días.
Hay quienes aseguran que es la postura la que trae mala suerte. “Cuando está parado, transmitimos otra energía. Es como si el equipo sintiera que el loco está vibrando con ellos”, analiza Mauro, un joven de Rocha que estudia Semiótica y ve símbolos donde otros solo ven objetos de camping.
Desde la AUF no han hecho comentarios. Pero algunos funcionarios ya están al tanto del clamor popular. “Si desaparece la heladerita el martes, yo no fui”, dijo entre risas un utilero que pidió reserva de nombre.
Lo cierto es que en el estadio o frente al televisor, miles de uruguayos estarán pendientes de una sola cosa más que el juego: que el Loco no se siente. Porque en el fútbol, como en la vida, hay decisiones que no se pueden dejar al azar.
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