En Carmelo, como en muchos rincones del país, este domingo 18 de mayo se celebra el Día de la Madre. La postal tradicional muestra flores, desayunos en la cama, mensajes emotivos y promociones comerciales. Pero detrás de esa imagen festiva, la maternidad —en 2025— es un fenómeno social en mutación, tensionado entre transformaciones profundas y estructuras que se resisten a cambiar.
Si bien el origen de esta celebración se remonta al siglo XIX, impulsada por mujeres como Julia Ward Howe y Anna Jarvis en Estados Unidos, el reconocimiento formal recién llegó en 1914. Hoy, más de un siglo después, lo que implica ser madre ha cambiado sustancialmente. El feminismo, las demandas de equidad, el acceso al trabajo y a la educación, el agotamiento mental y la reinvención de los vínculos han reformulado el ideal tradicional de “mamá”.
Las madres de Carmelo, entre la dedicación y la deuda social
En Carmelo, ciudad de casi 19.000 habitantes (según el Censo 2023 del INE, aún con datos provisorios), las mujeres representan el 52% de la población. Una proporción apenas superior al promedio nacional, pero que no alcanza para explicar la complejidad del rol materno en una localidad donde la crianza sigue recayendo, en gran parte, sobre sus hombros.
Los datos muestran que más del 28% de los hogares carmelitanos están encabezados por mujeres solas con hijos o hijas a cargo, según estimaciones basadas en los censos anteriores, a falta de microdatos aún procesados del último relevamiento. Esa cifra no solo ilustra una realidad social relevante, sino que interpela sobre las condiciones materiales en las que esas maternidades se desarrollan.
Carga mental y trabajo: las otras maternidades invisibles
El discurso social ha cambiado. Ser madre ya no es sinónimo exclusivo de entrega abnegada, ni está obligatoriamente asociado a la realización personal. Sin embargo, el mandato de “estar siempre” y “hacerlo todo bien” sigue pesando, especialmente en contextos pequeños donde la mirada comunitaria opera con fuerza.
Las madres en Carmelo no solo cuidan: gestionan agendas escolares, controles médicos, meriendas, cumpleaños, ropa para actos, tareas y más. Esta carga mental, como ha sido conceptualizada por la socióloga francesa Monique Haicault y popularizada por la ilustradora Emma, no se ve ni se paga, pero agota.
El mercado laboral en Colonia no ofrece muchas alternativas. Los datos de empleo del Observatorio del Mercado de Trabajo del MTSS muestran que la inserción laboral de las mujeres en el interior sigue siendo desigual. En Carmelo, muchas madres trabajan en sectores informales, changas, comercios o servicios donde la flexibilidad brilla por su ausencia. Los horarios escolares cortos y la escasa oferta de cuidados estatales generan un cóctel que complica el desarrollo profesional y económico.
Nuevas maternidades, mismos desafíos
La ola feminista ha traído consigo nuevos relatos: la madre que no quiere ser heroína, la que decide criar en red, la que prioriza su autonomía, la que cuestiona, la que cría sin pareja o la que, simplemente, pide ayuda. En Carmelo también están esas mujeres, aunque muchas veces con menos visibilidad o respaldo. Las redes de apoyo —familiares, vecinales o institucionales— marcan la diferencia, pero también dejan ver los vacíos.
En diálogo con mujeres de la ciudad, se repite una sensación: la maternidad sigue siendo una responsabilidad que se asume sin que la ciudad haya terminado de asumirlas a ellas. Espacios públicos escasos, poca infraestructura para la infancia, transporte urbano limitado a taxis y escasa oferta educativa y de cuidados fuera del horario escolar son parte de una deuda estructural.
¿Qué rol tiene la ciudad en este entramado?
La maternidad no es solo una relación biológica o afectiva. Es también una construcción cultural y política. En una ciudad como Carmelo, donde la cercanía comunitaria puede ser sostén, pero también control social, el desafío es romper los estereotipos sin desarmar los vínculos.
Las políticas públicas locales aún tienen un largo camino por recorrer para acompañar la maternidad como experiencia plural, diversa y cambiante. ¿Hay espacios de cuidado accesibles? ¿Hay políticas de descanso, ocio o respiro? ¿Las madres tienen participación en los espacios de decisión local?
En el Día de la Madre, quizás el mejor homenaje no sea solo una flor, sino una ciudad que se piense también desde la perspectiva de quienes crían. Que revise su infraestructura, sus prioridades, sus políticas culturales y su lenguaje. Que entienda que ser madre no es solo dar, sino también recibir apoyo, respeto, tiempo y reconocimiento real.
Porque ser madre en Carmelo no debería ser una proeza individual, sino una responsabilidad compartida.
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