La reciente proclamación oficial de alcaldes y concejales en el departamento de Colonia permitió cerrar un ciclo electoral que, si bien se desarrolló en una misma jornada, funcionó como una doble elección: una para los cargos departamentales y otra para los gobiernos locales.
En Radiolugares conversamos con el Dr. Miguel Asqueta —referente político y profundo conocedor del entramado electoral coloniense— sobre la evolución del voto local, la fragmentación partidaria y el liderazgo que consolidó el intendente electo, Guillermo Rodríguez.
¿Cómo se votó? ¿Qué factores incidieron en el resultado? ¿Hay una nueva forma de hacer política desde los territorios? Estas son algunas de las claves que se abordan en esta entrevista.
—Doctor Asqueta, una primera lectura de las elecciones departamentales y municipales muestra que, en los hechos, se votó en dos «planos» distintos. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?
—Absolutamente. Aunque la elección fue simultánea, lo cierto es que se desarrollaron dos procesos en paralelo: el del intendente y ediles, y el de alcaldes y concejales. Eso se reflejó hasta en la simbología institucional, con dos proclamaciones separadas por una semana. Son dos elecciones distintas: una departamental, más estructural; y otra municipal, más cercana a la ciudadanía.
—¿Eso se reflejó también en los resultados?
—Sí. Hay una discordancia clara entre ambos niveles. Guillermo Rodríguez obtuvo aproximadamente el 55% a nivel departamental, pero en muchos municipios superó ampliamente ese porcentaje. En Rosario, por ejemplo, llegó al 72%, y en Carmelo al 66%. Eso habla de una preferencia fuerte en lo local.
—¿Por qué cree que se dio esa diferencia entre lo departamental y lo municipal?
—Porque los electores están privilegiando cada vez más lo cercano, lo tangible. El voto se alcaldiza. La gente evalúa la capacidad de gestión real o potencial de los candidatos locales. No vota sólo por ideología, sino por confianza. Y ahí Guillermo Rodríguez fue clave. Su lema “cerca de la gente” no fue sólo una consigna: fue creíble. Y eso se notó.
—¿Cómo se explica, entonces, la fragmentación dentro del Partido Nacional? ¿No es contradictoria con la idea de un liderazgo fuerte?
—Lo que hay es un cambio en la forma de liderar. No se trata ya de liderazgos verticales que concentran todo el poder, sino de micro liderazgos habilitados por un liderazgo mayor que da libertad. Guillermo Rodríguez permitió que varios sectores compitieran sin restricciones. Eso generó una dispersión saludable que, paradójicamente, fortaleció su figura.
—¿Entonces no hubo tensiones dentro del partido?
—Sí, las hubo. Pero fueron tensiones operativas, no rupturas. En Tarariras, por ejemplo, hubo cinco listas distintas del mismo sector, todas de Rodríguez. Cuatro obtuvieron representación. Es decir, hubo fragmentación, pero no disgregación. Y eso es posible cuando hay un liderazgo que no impone, sino que habilita.
—¿Qué conclusiones se pueden sacar de esa elección municipalizada?
—Varias. Primero, que la gente vota políticos, no outsiders. En esta elección los candidatos con experiencia política tuvieron ventaja. Segundo, que el contenido programático pasó a un segundo plano frente a la cercanía, la escucha y la gestión directa. Tercero, que la fragmentación no implica debilidad si se da dentro de un marco de respeto y coordinación.
—¿Y el rol de la ideología? ¿Desapareció del radar electoral?
—Lamentablemente, sí. Hoy hablar de ideología apaga televisores. Pero eso es un problema: sin ideología no hay visión de futuro ni marco para interpretar los problemas. El electorado vota más por afectividad que por modelos de sociedad. En ese vacío, liderazgos como el de Rodríguez logran insertarse por su eficacia y su empatía.
—¿Qué pasó con el Frente Amplio en Carmelo, entonces? Perdió un concejal y presencia. ¿Por qué?
—Porque no capitalizó el desgaste del oficialismo local. Y porque, en lugar de ofrecer propuestas claras, hubo demasiada confrontación. Las peleas no votan. La ciudadanía no premia el conflicto sin contenido. En cambio, sí valora el cambio sereno, la propuesta concreta y la cercanía real.
—¿Y el Partido Colorado?
—Fue el gran ausente. Perdió más de 4.000 votos en el departamento respecto a 2020 y no logró entrar en el municipio de Carmelo. No supo hacer el rastrillo territorial que hicieron otros partidos. Sin listas locales, sin referentes visibles, su retroceso era esperable.
—¿Se ganó esta elección por estrategia o por contenido?
—Por ambas. Pero más por estrategia territorial, por conocimiento del terreno, por la capacidad de inspirar confianza. El ejemplo de Tarariras, con 87% de apoyo en las listas municipales de Rodríguez, lo demuestra. Pero también la gestión previa, el discurso creíble, el respeto por los procesos locales.
—Una última. ¿Cuál es su síntesis de esta elección?
—Que asistimos a una nueva forma de construir liderazgo político: más horizontal, más local, más basado en la confianza cotidiana que en los grandes discursos. Guillermo Rodríguez ganó porque fue cercano, porque habilitó a competir, porque conocía el territorio, y porque supo interpretar el tiempo que vivimos: el tiempo de la gestión concreta, sin gritos ni estridencias.
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