Los operativos antidrogas se repiten como un ritual en los informativos. Camionetas policiales, detenidos esposados con la cabeza gacha, envoltorios de cocaína, marihuana, balanza de precisión y algunas armas incautadas. La escena se vuelve habitual. Y, sin embargo, las “bocas” no desaparecen. Se multiplican. Caen unas, nacen otras. Como si fueran parte de una maquinaria imposible de detener.
Una pregunta inquieta a muchos: ¿por qué, a pesar de tantos allanamientos, no se logra erradicar el narcomenudeo? ¿Por qué las bocas se concentran casi exclusivamente en barrios humildes?
El politólogo y sociólogo José Pablo Luna ha estudiado este fenómeno con detenimiento. Desde su perspectiva, la respuesta no está en la acción policial, sino en la estructura social que permite la reproducción constante de estas redes. En una entrevista con La Diaria (8/7/2020), Luna afirmó que el narcomenudeo “se inserta en lógicas de sustitución del Estado”. En esos barrios donde la presencia institucional es débil, la boca no solo vende drogas: también organiza, da trabajo, da miedo, pero también da protección.
En este escenario, el operativo policial actúa más como señal que como solución. Desarticula un punto de venta, pero no toca la raíz del problema. Luna va más lejos en su análisis y advierte que muchas veces estas políticas se convierten en formas de “control social de los pobres”, más que en estrategias eficaces contra el crimen organizado. Así, la represión se focaliza en quienes ocupan los eslabones más bajos de la cadena, sin tocar nunca a quienes manejan el negocio desde arriba.
Detrás de cada detención hay una historia que se repite: jóvenes sin horizonte, sin trabajo formal, sin red de contención. La boca, entonces, aparece como alternativa, como salida. No por decisión ideológica, sino por necesidad. “Es un fenómeno funcional a la exclusión”, resume Luna en una columna para Cosecha Roja. En muchos casos, las redes de narcomenudeo incluso ganan legitimidad dentro de los barrios, al ofrecer dinero, comida o cierta forma de justicia cuando el Estado brilla por su ausencia.
Por eso, cuando se muestran con orgullo los resultados de un nuevo operativo, es importante preguntarse: ¿se está resolviendo algo o simplemente se está tapando el síntoma? ¿Cuántas veces se desmantelará la misma boca, en el mismo barrio, sin que cambie nada?
El problema no se termina con más patrulleros. Se enfrenta con políticas públicas que ataquen la raíz: pobreza, desigualdad, abandono. Sin eso, el futuro ya está escrito. Donde el Estado no llega, la boca se instala. Y no hay operativo que lo impida.
Fuentes:
José Pablo Luna en La Diaria, 8 de julio de 2020
“El narco como Estado paralelo”, Cosecha Roja, 2021
Entrevistas a Luna en Mesa Central (Canal 10) y En Perspectiva (Radiomundo)
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