Pedaleo eterno: cuando la Vuelta Ciclista cruzó Carmelo
El zumbido de las ruedas se escuchaba antes que el grito. Un rumor metálico, acompasado, como una ola de aliento y esfuerzo que avanzaba por la ruta rumbo al corazón de Carmelo. No era solo una carrera. Era una forma de volver a sentir el pulso de una ciudad que alguna vez se narró en dos ruedas. El ciclismo, aquí, no es deporte: es herencia. Es una respiración compartida entre generaciones, una historia que pedalea en la memoria de los que saben que los campeones también se forjan en calles como estas.
Este miércoles, la ciudad fue meta y fiesta. Llegó la Vuelta Ciclista del Uruguay en su edición número 80. Ochenta vueltas. Ochenta años de epopeyas sobre el asfalto. Y Carmelo, como en los mejores tiempos, volvió a vibrar al ritmo de las bicicletas.
Por la calle 19 de abril, la multitud era una marea humana. No había acera libre, ni sombra sin testigos. Familias enteras, niños en los hombros de sus padres, jubilados con radios antiguas, jóvenes con banderas. Gente con ojos que parecían girar al compás de los platos y piñones. Como si todos entendieran que esa etapa era algo más que una llegada: era un reencuentro.
Magno Nazaret, brasileño, fue el primero en cruzar la línea. De su bicicleta se bajó un campeón, pero también un símbolo. Porque fue él quien recibió de manos del Intendente Carlos Moreira Reisch el trofeo de la Intendencia de Colonia, bajo un sol que comenzaba a declinar, como si la luz también quisiera presenciar ese momento.
Pero no todo ocurrió en el podio. La verdadera escena estaba unos metros más atrás, en las miradas. En los aplausos anónimos. En los ex ciclistas locales que se mezclaban con la gente, murmurando entre sí nombres del pasado: “¿te acordás del Chiche?”, “cuando ganábamos en San José…”, “aquella bajada del 87…”.
Y Carmelo, que siempre parece estar a punto de dormirse en su costumbre, despertó por unas horas. Volvió a ser esa ciudad que alguna vez empujó a sus corredores con viento de río y orgullo local. Volvió a ser pista, historia, relato.
Porque cuando la Vuelta llega, no llega sola. Llega el tiempo. Llegan los recuerdos. Llega la gloria en dos ruedas.
Y esta vez, cruzó por Carmelo. Y Carmelo volvió a latir.
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