—No lo festejamos, lo conmemoramos —dice con claridad la profesora Romina Bevegni—. Porque no celebramos una batalla, sino un episodio que contribuyó a la independencia, luchada por hombres y mujeres del pueblo.
El Combate de las Vacas ocurrió en 1825, en pleno proceso de emancipación de la Banda Oriental. Fue una escaramuza, sí, pero en un enclave geoestratégico clave como Carmelo. Allí, milicianos locales enfrentaron a tropas brasileñas que habían desembarcado buscando abastecimiento, en un territorio que era entonces un punto neurálgico entre los ríos Uruguay y de la Plata.
Un lugar, un hecho, una memoria
El investigador Juan Francisco Bacigalupe fue quien reconstruyó los hechos con precisión histórica. “Eran 150 brasileños que desembarcaron con la intención de saquear. Robaban animales, ropa, objetos de valor. Pero fueron sorprendidos por 25 milicianos locales al mando de Tomás Gómez”, relata.
El combate duró una mañana. No fue una batalla convencional: se trató de una emboscada organizada con armas rudimentarias, herramientas de labranza, tijeras de esquilar y lanzas improvisadas. “Los caballos eran nuestra única ventaja, eran nuestros blindados”, explica Bacigalupe.
El episodio terminó con la retirada de los brasileños hacia Colonia. “Tomás Gómez lamentó no tener 25 hombres más, porque con ellos hubiera capturado los barcos. En esa época, tomar un barco era un gran triunfo: eran caros y técnicamente valiosos”, agrega.
La historia en clave local
Las profesoras Eliana Carro y Romina Bevegni trabajan en la conmemoración del Bicentenario con una propuesta pedagógica y vivencial. Durante los días 24, 25 y 26 de junio, la comunidad participará en senderismos educativos, monólogos históricos, actos cívicos, expresiones artísticas y descubrimientos de placas.
—Queremos que los niños vean su barrio con ojos de patrimonio —señala Carro—. No se trata solo de repetir fechas: hay que apropiarse del pasado desde la experiencia.
Además, estudiantes de magisterio preparan audiocuentos y objetos de aprendizaje que estarán disponibles en repositorios educativos abiertos. La intención es que este episodio, casi invisible en los manuales de historia nacionales, se conozca en otras regiones del país.
Conocer para reconocerse
El equipo promotor insiste en que la historia debe contarse desde el territorio. “La historiografía actual trabaja procesos, no combates sueltos. Por eso, es clave visibilizar estos episodios locales, no como anécdotas, sino como parte del entramado nacional”, dice Bevegni.
¿Y qué enseñanzas deja este hecho? Para Bacigalupe, muchas. “Fue una acción con pocos hombres, mal armados, pero con decisión. Nos habla de lucha, de resistencia, y de cómo los procesos de independencia no se firman: se construyen”.
La otra historia: mujeres y niños
Aunque las milicias estaban compuestas por varones, las mujeres jugaron roles fundamentales. “Eran jefas de hogar, mantenían la vida cotidiana en marcha mientras los hombres combatían. También asistían a los heridos, criaban, cocinaban, sostenían”, destaca Bevegni.
En cuanto a los niños, no existía la noción moderna de adolescencia. “Un niño de 12 podía ser grumete en la marina o combatir como un adulto. No había escalas etarias como hoy”, explica Carro.
Un relato, muchas miradas
La reconstrucción histórica parte de un único parte militar hallado hace 50 años por los investigadores Omar Araujo y Eraldo Bouvier. A partir de ese documento, Bacigalupe comenzó su trabajo junto a los profesores de UTU. Fue una de las primeras investigaciones estudiantiles registradas en Uruguay.
Gracias a ese esfuerzo, Carmelo honra hoy a Tomás Gómez con una calle. Y Dolores, su ciudad natal, organiza un festival en su nombre. “La memoria se construye con actos. Y enseñar la historia local es una forma de dar sentido a nuestra identidad”, concluye Carro.
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