Por más que el clic de una compra en redes sociales parezca imbatible, el comercio local sigue teniendo una carta fuerte: su cercanía. Sin embargo, en la era de las plataformas globales, esa cercanía necesita una actualización. Jugar de local todavía vale, pero el partido cambió de cancha.
En ciudades y pueblos de Uruguay —como en tantas otras partes del mundo— hay tiendas con historia, con nombre y apellido, con familias detrás del mostrador. Negocios que han sobrevivido a crisis económicas, a inundaciones, a pandemias. Sin embargo, muchos de ellos hoy enfrentan una competencia silenciosa, la que llega desde una pantalla con envíos exprés y precios tentadores. ¿Qué se puede hacer frente a eso?
La respuesta no es resistirse al cambio, sino usar a favor lo que sí se tiene: la identidad local.
Las nuevas reglas del juego
Según datos de Statista, el comercio electrónico crecerá un 8,8% en 2025 a nivel mundial. Las plataformas han ganado terreno no solo por sus precios, sino por cómo entendieron las debilidades del sistema tradicional: desconocimiento, falta de información, poca visibilidad. En cambio, los comercios locales muchas veces dan por sentada la confianza, pero esa confianza también necesita marketing.
Como sostiene Éric Sadin, filósofo francés especializado en tecnología, “la inteligencia artificial y las plataformas reorganizan la vida social, determinan nuestras decisiones y afectan nuestros vínculos más íntimos”. En ese contexto, el pequeño comercio necesita volver a hablarle a la comunidad, pero con nuevos códigos.
¿Qué funciona hoy?
Diversos estudios y experiencias muestran caminos posibles:
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Marketing local digital: una tienda no necesita ser Amazon para estar en Instagram. Con presencia digital, promociones por WhatsApp y reseñas de clientes, los comercios pueden generar confianza y recordación. Según Mobilosoft, el 80% de las personas que buscan un comercio local desde su celular terminan visitándolo en el día.
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Publicidad en medios de cercanía: cortar la pauta en radios, portales o programas locales debilita el vínculo. La inversión en estos espacios no solo informa: construye comunidad, genera conversación. Como dice una máxima del marketing: quien no está en la mente del consumidor, no está en el carrito.
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Experiencia personalizada: mientras las plataformas prometen inmediatez, el comercio local puede ofrecer lo que ninguna pantalla logra: reconocimiento, consejo, historia compartida. Volver a eso, pero con lenguaje contemporáneo, es clave.
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Alianzas locales: campañas conjuntas entre tiendas, sorteos comunitarios, eventos barriales. Todo lo que una red global no puede copiar.
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Pensar el consumo como un acto social
El filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman advertía que “en la modernidad líquida, todo vínculo se vuelve frágil, incluso el que une al cliente con su tienda de toda la vida”. Por eso, reforzar esos lazos no es solo una estrategia de ventas: es una decisión cultural.
Recuperar el orgullo de comprar en el barrio, de consumir productos de origen conocido, de ver al dueño del negocio como parte de la trama social, puede ser un diferencial. Pero para eso, los propios comerciantes deben contarlo. Comunicarlo. Mostrarlo.
¿Y si volvemos a jugar de local?
Hoy, comprar local es una decisión que puede tener tanto de práctica como de simbólica. Si los comercios entienden que la cercanía no solo se da por ubicación, sino por vínculo, entonces hay futuro.
El marketing de hoy no solo vende cosas: cuenta historias, crea pertenencia y genera experiencias. Y ahí, el comercio de barrio tiene una historia que vale oro. Solo falta contarla mejor.
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