Las imágenes aparecieron primero en las redes del IFD Carmelo: maestras y maestros recibiendo sus títulos, sosteniéndolos con una mezcla de alivio y certeza. No necesitaban mucho más. Bastaba mirarles las manos: ahí estaba el tiempo invertido, las horas de estudio en invierno, los apuntes marcados, los cuadernos que cruzaron la ciudad en mochilas cargadas. Era un gesto simple, casi ritual, que hablaba por ellos.
En Carmelo, la formación docente siempre tuvo algo de territorio. No es solo un trayecto académico: es un modo de habitar la ciudad. Quienes llegan al instituto lo hacen caminando entre generaciones de docentes que antes recorrieron los mismos pasillos y que todavía sostienen buena parte de la educación en esta zona del país. Por eso, cada colación es una escena colectiva. No lo parece, pero lo es: cuando alguien recibe su título, se mueve una línea entera de historias que la preceden.
En la ceremonia de este año, la Generación 2024 se convirtió en la depositaria de una tradición que sostiene a buena parte de la región. Las maestras y maestros que egresan no solo enseñarán en Carmelo: también lo harán en las escuelas rurales donde el silencio es otro maestro; en las localidades que bordean el río; en los grupos pequeños donde se conoce el nombre de cada niño antes de llegar; en los centros urbanos donde la tarea es más intensa, más urgente, pero igual de necesaria.
El docente que egresa aquí carga con una geografía particular. La formación transcurre entre una ciudad que mira al río como si fuera una frontera porosa y un conjunto de comunidades que dependen de la escuela para mantenerse unidas. En este contexto, enseñar no es solamente transmitir contenidos: es sostener un orden posible, una conversación continua con un país que cambia.
Por eso, en esa imagen congelada de un título entregado, se juega algo más profundo. Es el momento en que una persona entra a un oficio que marca vidas, incluso sin proponérselo. A partir de ahora, cada nuevo maestro y profesor será parte de esa trama que, con discreción, hace que los niños, adolescentes e incluso adultos de esta región crezcan con una guía, con un nombre al que volver, con una voz que los acompañe en las primeras y en las otras preguntas.
La colación del IFD Carmelo no es solo un acto institucional. Es una demarcación en el calendario local: un recordatorio de que la educación sigue produciendo futuros posibles. La Generación 2024 cruza la puerta del instituto hacia el mundo profesional con un título y con la certeza de que, en algún aula, alguien los estará esperando. Y ahí, en ese encuentro que vendrá, la ciudad vuelve a empezar.

























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