La oscuridad aún dominaba las calles de Carmelo cuando, en la madrugada del domingo 13 de julio, un hombre cruzó la puerta de vidrio de una panadería en la calle 19 de Abril. Adentro una empleada. No alcanzó a girar del todo cuando vio el cuchillo y una voz grave, seca, le ordenó entregar el dinero.
No hubo resistencia. Tampoco violencia física. Solo el tránsito fugaz del dinero desde la caja registradora al bolsillo del agresor. El robo fue breve y quirúrgico. A los pocos minutos el hombre ya había desaparecido en la penumbra de la ciudad que apenas despertaba.
Una caza rápida
De inmediato la llamada a la seccional puso en marcha un operativo que no se demoró en resultados. La Policía local conformó de inmediato un equipo de investigación. Recorrieron cámaras de seguridad, recopilaron testimonios, cruzaron datos. A las pocas horas, el rostro del sospechoso ya tenía nombre y apellido: J.A.R.P., de 39 años, con antecedentes vinculados a delitos contra la propiedad.
El lunes, tras una orden judicial, se allanó la vivienda del sospechoso. Allí se incautaron pruebas que lo vinculaban directamente con el asalto. Fue detenido sin incidentes y trasladado al juzgado de Carmelo, donde enfrentó la acusación formal.
Juicio y condena
En una audiencia breve, pero contundente, el Ministerio Público presentó las pruebas recogidas: registros de videovigilancia, elementos sustraídos y el testimonio de la empleada. J.A.R.P. fue declarado autor penalmente responsable de un delito de rapiña, y condenado a cuatro años y tres meses de prisión efectiva.
Ecos de una madrugada
No hubo tiros ni persecución. Pero sí una ciudad que se estremeció por el reflejo de la violencia cotidiana. El suceso, resuelto con celeridad, deja también expuestas otras preguntas: ¿qué empuja a un hombre de 39 años a empuñar un cuchillo por unos billetes? ¿Cuántas madrugadas más quedarán marcadas por silencios amenazantes detrás de mostradores de barrio?
El caso, cerrado judicialmente, sigue abierto en la conciencia de quienes estaban allí para contar el pan, no para perder la paz.

























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