El olor a plástico quemado aún flotaba en el aire esta mañana en la intersección de las calles Ituzaingó y Carmen. Un contenedor de residuos apareció completamente destruido por las llamas, según reportaron vecinos a primera hora del día. No hubo heridos, pero el incidente vuelve a poner sobre la mesa un problema recurrente en los meses fríos: la quema accidental (o no) de recipientes plásticos en la vía pública.
En invierno, no son pocos los casos en que los contenedores terminan reducidos a cenizas por la presencia de brasas mal apagadas. Algunos vecinos, al limpiar sus estufas o salamandras, desechan restos de leña o carbón aún incandescentes. El calor latente, sumado al material inflamable de los contenedores, suele ser suficiente para desatar un pequeño incendio.
Sin embargo, no se descarta que existan otras causas detrás de estos episodios. Actos intencionales, cortocircuitos en residuos electrónicos o incluso materiales químicos mal desechados podrían explicar también este tipo de siniestros. En ese sentido, sería necesaria una investigación más exhaustiva por parte de Bomberos para determinar el origen del fuego y prevenir futuros incidentes.
La quema de contenedores no solo afecta la infraestructura pública y genera gastos evitables, sino que también representa un riesgo para los vecinos, especialmente en zonas residenciales con presencia de niños o vehículos estacionados cerca.
Desde la comunidad, algunos ciudadanos ya reclaman mayor vigilancia y campañas informativas que recuerden cómo manejar correctamente los residuos calientes. El cuidado colectivo comienza con gestos simples: dejar enfriar por completo las brasas antes de desecharlas y, en caso de duda, consultar con las autoridades locales.
Por el momento, el contenedor de Ituzaingó y Carmen se suma a una lista que año a año crece con la llegada del frío. Una señal, quizás, de que hace falta más conciencia, más prevención y más atención a lo que tiramos.
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