La rendición de cuentas del Municipio de Carmelo, correspondiente al período enero-diciembre de 2024, tuvo más bancas vacías que oídos atentos. Solo dos de los 17 candidatos a la Alcaldía asistieron a la presentación del informe oficial, leído por la alcaldesa ante un auditorio casi desierto. De los cinco miembros titulares del gobierno local, solo dos estuvieron presentes. El oficialismo estuvo representado por la alcaldesa y dos concejales de los cuales uno era suplente. La oposición directamente no concurrió.
Este vacío físico es, en realidad, el reflejo de un vacío más profundo: el de la legitimidad política y la desconexión entre instituciones y ciudadanía. Mientras los partidos avanzan en la recta final de una campaña cuyo desenlace esta marcado por la apatía, la pregunta sobre la calidad de la democracia local cobra una urgencia ineludible.
La antipolítica
La escena que ofrece Carmelo —un enclave con historia cívica e identidad fuerte— interpela no solo a los candidatos, sino a toda la estructura que sostiene el sistema democrático. En una sociedad plural, el conflicto político no es una anomalía, sino una manifestación saludable del disenso. Pero cuando ese conflicto no encuentra cauces institucionales y deliberativos, cuando se ausenta el debate y se congela la política, lo que emerge no es la neutralidad: es la antipolítica.
La antipolítica no propone alternativas: señala, desprecia y destruye. Se alimenta del descrédito y del silencio. Y aunque no alcanza para gobernar, logra debilitar. En Carmelo, ese germen se expresa en la indiferencia hacia los espacios públicos de control, como la rendición de cuentas, un acto fundamental para el balance democrático.
A la par, los partidos —estructuras esenciales para canalizar la voluntad popular— parecen haber perdido su pulso interno. Lejos de ser espacios de deliberación ciudadana, se vacían de debate, de militancia, de presencia. Ese retroceso no es menor: sin partidos vivos, no hay democracia que se sostenga.
La comunidad carmelitana se encamina hacia una elección municipal marcada por la incertidumbre. Pero el resultado en las urnas, aunque relevante, no será suficiente si no viene acompañado de una reactivación del diálogo, del compromiso y de la responsabilidad política. La política no puede ser reemplazada por la desafección ni cancelada por el desencanto.
La ciudadanía merece representantes que escuchen, comparezcan y rindan cuentas. Carmelo merece una democracia que se ejerza, no solo que se proclame.
Comentarios