Hay días en que el tiempo no necesita explicaciones. Se siente en el aire. En cómo el calor se vuelve espeso, en el silencio breve de los pájaros, en esa pausa incómoda que antecede a algo. El vecino lo dice sin mirar el celular: “Hoy se viene bravo”. Y casi siempre acierta.
Este sábado 20 de diciembre, el cielo empezó a dar señales temprano. No fue una sorpresa técnica ni una rareza climática: una masa de aire húmeda e inestable se acomodó sobre el país y empezó a hacer lo que suele hacer en estas fechas. Cargar el ambiente. Tensarlo. Preparar tormentas.
A las 13.20, el aviso tomó forma oficial: advertencia meteorológica amarilla. No es alarma, pero tampoco es rutina. Significa que lo que puede pasar, probablemente pase.
Cuando la lluvia no avisa dos veces
Las tormentas previstas no serán parejas ni prolijas. Algunas zonas verán pasar el agua sin demasiadas consecuencias; otras, en cambio, pueden recibir lluvia abundante en pocos minutos. Es el tipo de lluvia que no empapa de a poco, sino que cae de golpe. La que obliga a cerrar ventanas a las apuradas. La que llena cunetas y hace que el asfalto cambie de color.
En los núcleos más intensos, se espera actividad eléctrica frecuente, rachas de viento fuertes y, de forma ocasional, caída de granizo. No todo al mismo tiempo ni en todos lados. El tiempo no trabaja así. Va por sectores, por momentos, con mejoras temporarias que engañan: un claro, un sol breve, la falsa sensación de que ya pasó.
Un mapa que se extiende
El aviso abarca buena parte del país. Todo el departamento de Colonia, junto con Flores, Río Negro, San José y Soriano, está dentro del área afectada. También varias localidades del norte y el litoral: Artigas, Paysandú, Salto y puntos de Durazno. Es un mapa amplio, pero no uniforme. Cada lugar tendrá su propia versión de la tormenta.
En el interior, estas cosas se leen distinto. No como un fenómeno abstracto, sino como algo que afecta la tarde, el trabajo, el viaje, el mate bajo techo. El productor mira el cielo; el comerciante calcula si lloverá justo cuando cierran; el vecino piensa si dejar o no la ropa afuera.
El tiempo como conversación
Hablar del tiempo no es banalidad: es una forma de anticiparse. De cuidarse. De compartir información sin dramatismo. Esta advertencia amarilla no pide pánico ni épica. Pide atención. Saber que el clima está inquieto, que puede cambiar rápido y que conviene no subestimarlo.
El monitoreo por parte de Inumet continúa y habrá actualizaciones si el escenario se modifica. Mientras tanto, el cielo hace lo suyo. Se oscurece por partes. Se ordena y se desordena. Como casi siempre, avisa antes. Solo hay que saber mirar.


























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