Confianza o idoneidad técnica: una falsa dicotomía

Por Daniel Pérez
(Partido Independiente)

En el ámbito público existen muchos cargos que tienen un perfil técnico y otros que se denominan de confianza. A los cargos o empleos con un perfil más técnico se accede mediante el concurso o a por el trabajo de años de carrera dentro de un organismo, en cambio a los cargos de confianza se accede por designación directa de un jerarca, que entiende que la persona puede cumplir con determinada función y es de su confianza.

En el imaginario colectivo y muchas veces entre los propios jerarcas se ven estas dos opciones como contrapuestas, por un lado están los empleos o cargos que requieren idoneidad técnica y por otro lado, los cargos de confianza, para los cuáles el único requisito es tener la confianza del jerarca.

Esta falsa dicotomía ha llevado a que muchas veces se designe a personas –tanto en el ámbito nacional como en el departamental- para ocupar un cargo de confianza, que en muchos casos implica estar al frente de un organismo tomando decisiones importantes, sin que implique que esa persona tenga idoneidad técnica para ejercer el mismo.

Es así que hemos tenido en el ámbito nacional Ministros, Directores de Entes, Embajadores y otros muchos cargos de mayor o menor trascendencia –incluyendo personas que ocupan cargos de organismos nacionales a nivel departamental-, ocupados por personas cuyo único mérito es tener la confianza de quien los designó para ese cargo.

En el ámbito de las Intendencias ocurre otro tanto, todos/as conocemos algún caso de alguien que ocupa o ocupó algún cargo de Director, Jefe, etc., en “mérito” de la confianza que tuvo el jerarca que lo designó, pero sin la menor idoneidad técnica para ejercer dicha responsabilidad y en algunos casos sin la menor disposición a trabajar, lo cual es más grave.

Que los jerarcas realicen este tipo de designaciones, donde la persona que ocupa un cargo de confianza no tiene la idoneidad técnica mínima, tiene o puede tener consecuencias muy negativas, tanto para el organismo, para los usuarios/as y en muchos casos para la ciudadanía en general.

Entre las consecuencias para el organismo, se pueden destacar dos que entiendo tienen gran importancia, la primera de ellas refiere a la alta probabilidad de que la persona designada tome decisiones equivocadas, las cuales pueden en algún caso implicar pérdidas importantes de dinero para el organismo o consecuencias que impliquen incluso poner en riesgo la vida de personas según el organismo de que se trate.

La desmotivación de las personas que trabajan en el organismo, puede ser una consecuencia no deseada al designar a alguien para un cargo de confianza sin idoneidad técnica suficiente y eso puede repercutir negativamente en el desempeño de quienes trabajan en él debido a su calificación, brindando cada día lo mejor de sí para que las cosas salgan bien.

Entre las consecuencias para usuarios y la ciudadanía, pueden destacarse la mala calidad del servicio que brinda el organismo –que en algún caso como la salud y la educación puede tener consecuencias a largo plazo-, la pérdida de dinero o clientes cuando se trata de actividades comerciales o incluso la pérdida de vidas humanas como consecuencia de acciones negligentes tomadas por alguien que no cuenta con la mínima calificación requerida.

Si queremos una sociedad que realmente avance y que logre los mejores estándares de calidad de vida para sus ciudadanos/as, es necesario romper con esa falsa dicotomía entre cargos técnicos y de confianza.

Por tanto, cuando un jerarca designa a alguien para un cargo no puede ser la confianza el único “mérito” para acceder a dicho cargo. La confianza debe ser una exigencia adicional a la idoneidad técnica, es decir que los jerarcas nombrarán para los cargos de responsabilidad a aquella persona que tiene la idoneidad técnica necesaria para desempeñar el cargo con solvencia y además cuenta con su confianza.

Seguir designando personas sólo porqué son de “confianza” del jerarca o el gobierno de turno, sólo es justificable para quienes pretenden acomodar amigos o pagar favores políticos, no para quienes aspiramos desarrollar políticas calidad, que contribuyan a construir un país que pretende alcanzar los máximos niveles de desarrollo humano. La confianza debe ser un requisito adicional y no alternativo a la idoneidad técnica.

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