El Uruguay abstracto de Miguel Fabruccini llega a Roma en una retrospectiva

El artista uruguayo Miguel Fabruccini coloca varias de sus piezas durante la preparación de su exposición en la sede del Instituto Cervantes de Roma (Italia). EFE/ Raúl Martínez

Por Raül Martínez Mendo

Los recuerdos abstractos del Uruguay natal de Miguel Fabruccini aterrizan desde este jueves en la sede del Instituto Cervantes de la emblemática Plaza Navona de Roma con una retrospectiva de más de 30 obras de este artista, que plasman desde los rascacielos de Montevideo hasta imágenes de escritores como Mauricio Rosencof.

La muestra, abierta hasta el próximo 2 de marzo, une en un mismo espacio las distintas etapas de la creación artística de Fabruccini, que transitan de lo abstracto a lo figurativo y que rememoran los recuerdos de la vida en Uruguay del pintor, afincado en Florencia (centro de Italia) desde hace casi 50 años.

«Mi estilo artístico se ubica en un presente que está en relación con el pasado. Mis obras no buscan necesariamente complicidades, extrañezas o comunicaciones que sean vistas inmediatamente. Son una experimentación de la propia vida», explicó a EFE el artista.

El recorrido de la muestra arranca con los «blancos», una selección de imágenes de las ya desaparecidas casas y calles en las que el pintor pasó sus primeros años de vida en su natal Salto (noroeste) y que el propio Fabruccini relaciona con la obra del poeta Mario Benedetti, exiliado durante la dictadura militar uruguaya.

Les suceden una serie de «faros» geométricos en los que predominan colores dorados y reflejos de una luz abstracta que dan forma a una evocación del puerto de Montevideo y de su emblemático Faro del Cerro, puerta de entrada desde el mar a la capital del país.

La Latinoamérica de Fabruccini se une con Barcelona en unos «invernaderos» que toman inspiración en los juegos de luces y sombras que plantas y rejas dibujan en el interior de las construcciones del parque de la Ciutadella de la ciudad española, donde reside la hija del artista.

Unas alpargatas guardan en su interior imágenes de niños jugando y textos poéticos que se inspiran en Rosencof, quien, durante su estancia en prisión en los tiempos de dictadura, escondía en sus zapatos imágenes de niños felices y poemas para sentir cercana la libertad, detalló a EFE Fabruccini.

Una colección de máquinas de escribir «escupe» fotografías como la de una patera repleta de migrantes o la de una chimenea lanzando humo a la atmósfera para mostrar «el mecanismo evocador de las lenguas, que se convierten en la intersección entre imagen y palabra», explica la curadora de la exposición, Martha Canfield.

«En mi vida y obras hay una enorme relación de afecto por las letras y la lectura», reconoció Fabruccini.

Los reflejos en el agua de los rascacielos y los edificios modernistas de Montevideo, inmortalizados dentro de palanganas manchadas por la pintura, cierran el recorrido retrospectivo por la obra del artista, que reconoce cómo ver sus obras más antiguas le produce un «sentimiento extraño».

«Cuando termino mis obras las pongo del revés, las hago desaparecer. Así, cosas que en su momento no aceptaba las vuelvo a descubrir con el tiempo y me quedo impresionado. Cuando trabajas, lo haces en un sentido absoluto que no te permite ver elementos que sí que se muestran con el paso del tiempo», indicó Fabruccini.

Miguel Fabruccini (1949) nació en Salto, y estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Montevideo. A los 25 años, tras ser proclamado vencedor del Concurso Nacional de Artes Gráficas, obtuvo una beca de formación en Florencia, ciudad que ya nunca abandonó.

«Para mi es difícil alejarme de Florencia, porque aquí encuentro una medida muy humana, que pone a las personas en el centro, lo que es totalmente opuesto a lo que sucede en una gran ciudad», afirmó.

Además de su faceta como pintor, Fabruccini ha transitado por el mundo de la docencia, el arte gráfico y editorial, la creación de murales y el arteterapia.

EFE

 

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