Festival sin limites: el puntapié hacia una escena 100 % inclusiva en Uruguay

La directora del Ballet Nacional de Uruguay, María Noel Riccetto, habla durante una conferencia de prensa el 1 de diciembre, en Montevideo. EFE/Federico Anfitti

Por Alejandro Prieto

Audiodescripción para ciegos o sonido inalámbrico individual para personas sordas son algunos de los elementos que incorporará el cuerpo inclusivo o «sin límites» que, por primera vez en su historia, tendrá el Ballet Nacional de Uruguay en abril de 2022.

De la mano de la premisa «Nada sobre nosotros sin nosotros» que las comunidades de personas ciegas, sordas, autistas o con cualquier otra discapacidad promueven surge el Festival Sin Límites, una iniciativa que busca llevar el discurso de la inclusión a la acción con el arte como vehículo.

Así lo asegura en diálogo con Efe el presidente del Sodre uruguayo, Martín Inthamoussú, quien remarca que si bien la institución que alberga el Ballet y los coros nacionales tiene instalaciones con acceso inclusivo, no sucede lo mismo a nivel de su programación y hacía falta una iniciativa en esa línea.

CAMBIAR LA PERSPECTIVA

Con la meta de saldar esa histórica deuda, se forja una comisión de la que no solo forman parte referentes de la cultura sino colectivos como la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay, la Asociación Down del Uruguay y la Asociación de Padres y Amigos de Sordos del país en lo que Inthamoussú llama una «curaduría comunitaria».

Según el gestor cultural, el Sodre emprendió de esta forma un camino que tendrá como un primer paso incorporar a sus espectáculos un sistema de audiodescripción y una aplicación llamada NaviLens que permite a la persona ubicarse de forma autónoma.

«Si (la persona) pide ayuda, por supuesto estamos trabajando para tener el equipo capacitado para eso, pero primero le queremos dar todas las garantías de que esto sea una experiencia autónoma», acota, y recalca que funcionará tanto para el público como detrás del escenario, donde anteriormente no estaba previsto un acceso inclusivo.

A raíz de una selección de los Institutos Nacionales de Cultura de la Unión Europea (EUNIC), que destinará para el proyecto uruguayo unos 60.000 euros, surge la propuesta concreta del festival, cuyo programa aún se desconoce pero que en abril próximo buscará marcar un hito en las artes escénicas del país para, en el futuro, y como subraya Inthamoussú, «dejar de existir».

«El festival es una oportunidad hermosa de tener estos espectáculos en nuestras salas pero el objetivo es que deje de existir, que no necesitemos un festival para tener una programación diversa e inclusiva. Es un primer paso», expresa.

NADA SIN NOSOTROS

Para la directora del Ballet Nacional del Sodre, María Noel Riccetto, el proceso de trabajo que dio pie al festival fue motivo tanto de alegría como de «responsabilidad».

Como señalara ante la prensa en la presentación del festival, la bailarina uruguaya asumió el desafío con unas palabras de la representante de la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay Nicole Viera en mente: «No te das cuenta de lo que es que un ciego se siente y vea un ballet».

Así para Riccetto, cuya voz será la que explique a las personas ciegas cada movimiento de El Cascanueces -estreno pionero que, este 15 de diciembre, probará la audiodescripción-, la máxima es seguir las indicaciones de los referentes de cada comunidad para «tener el mayor de los respetos y hacer un buen trabajo».

Otro similar es el reto de la coreógrafa española Ingrid Molinos, que, con la experiencia de integrar desde 2009 la compañía de danza inclusiva británica Amici, asumirá la coreografía del ballet que, con cinco bailarines con discapacidad como protagonistas, abrirá el Festival Sin Límites.

Molinos, que comenzó a trabajar con danza inclusiva a raíz de una experiencia personal con la discapacidad, asegura a Efe que su metodología de trabajo está enfocada en un principio en «formar conexiones» con los bailarines.

«Para mí la particularidad no está en los bailarines con discapacidad sino en trabajar todos juntos, teniendo una discapacidad o no. (La clave) es encontrar la personalidad de los bailarines y desarrollar y facilitar esa personalidad, que ellos tengan la elección de sus movimientos y de poder expresarse», puntualiza.

Así, para la coreógrafa, es tan importante el trabajo a nivel individual como en colectivo, ya que el movimiento de cada uno deberá estar en armonía con el grupal.

Por otro lado, mientras espera que la danza inclusiva, como «lenguaje universal», se expanda por todo el mundo, Molinos opina que la experiencia que gesta Uruguay será «súper enriquecedora» tanto para bailarines y coreógrafos como para la audiencia.

«Es algo necesario tener una visibilidad en un escenario por igual (…) es un reflejo de nuestra sociedad y se tiene que ver en todos los ámbitos, inclusive en la cultura», concluye.

EFE

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