«El Casco», la casa uruguaya que valió un concierto de Piazzolla

Fotografía cedida por la familia del músico uruguayo Dante Magnone que muestra al bandoneonista argentino Astor Piazzolla (i), junto a una camerata local dirigida por Dante Magnone (d), en Uruguay. EFE/Familia Magnone

Por Alejandro Prieto y Concepción M. Moreno

Un cedro azul bajo el que sentarse a tomar mate o, simplemente, perder la mirada en el horizonte. Ese era el tesoro del jardín de «El Casco», una casa ubicada en Punta del Este (Uruguay) cuya escritura de compraventa incluyó algo tan singular como un concierto de Astor Piazzolla.

Aquel lugar en el que pensaba retirarse -hasta que un infarto cerebral lo dejó postrado dos años antes de morir-, una «Suite» que acaparó los oídos de todo un país y la lancha de un pescador llamado Dante son solo algunas perlas que forjaron el romance del gigante del bandoneón argentino con esa localidad del este uruguayo.

Allí llegó en 1970 por primera vez para una presentación junto a su entonces esposa, la cantante Amelita Baltar, y en 1981 -con su última compañera, Laura Escalada- compró un chalé que pertenecía al embajador uruguayo en Argentina, Gustavo Magariños.

«Porque estoy enamorado de ella, cerca de Buenos Aires y lejos de los que no quiero ver». Ese era el sentimiento del músico que cumpliría este jueves 100 años (11 de marzo de 1921-4 de julio de 1992) hacia la ciudad más famosa de la costa este uruguaya.

DESCANSAR EN «EL CASCO»

«Como obligación natural el señor Astor Pantaleón Piazzolla se obliga a dar un concierto con no menos de cinco integrantes de su conjunto en el jardín del chalet de El Casco, para el señor Gustavo Magariños, su familia y un grupo de amigos» era la cláusula que incluyó el diplomático en la escritura firmada por el compositor el 8 de abril de 1981.

Según detalla a Efe el escritor uruguayo Diego Fischer, coautor con Silvia Pisani de «Al este de la historia», recopilación de crónicas sobre el famoso balneario esteño, el oriundo de Mar del Plata y autor de más de 3.000 piezas musicales no tardó en enamorarse del lugar.

Como detalla el periodista, muy cercano a un gran amigo de Piazzolla, el músico Daniel Rabinovich -miembro de Les Luthiers fallecido en 2015-, el autor de «Oblivion» o «Adiós Nonino» recalaba en «El Casco» de diciembre a marzo, siempre después de sus «agotadoras» giras por el mundo.

Cerca de allí, en las aguas del Atlántico Sur, el mítico bandoneonista dedicaba mucho tiempo a una de sus grandes pasiones, la pesca de tiburones, actividad en la que siempre estaba acompañado por el propio Rabinovich y Dante Rinaldi, dueño de la lancha y los aparejos, al que Piazzolla dedicó su composición «Escualo».

Sobre esta afición, relata Fischer, el legendario bandoneonista pescaba para perfeccionar su técnica al tocar.

«El tiburón pica y luego hay que sacarlo del mar con las manos. Era una forma que tenía para ejercitar sus dedos para tocar el bandoneón. Practicaba pescando y retirando y allí pasaba muchas horas», remarca.

LA SUITE QUE LLENÓ PUNTA DEL ESTE

Nadie se atrevería a decir públicamente en suelo uruguayo algo tan ofensivo como que «La Cumparsita», himno oficioso del pequeño país suramericano, es «el peor tango» que ha escuchado y salir ileso, salvo Piazzolla.

Según Fischer, esto era parte de su carácter «provocativo», aunque también una estrategia para «vender entradas».

Sin embargo, su amor por el país vecino y sus autores fue tal que uno de sus colaboradores más estrechos fue el poeta Horacio Ferrer -luego nacionalizado argentino-, autor de inolvidables letras como «Balada para un loco» o «Chiquilín de Bachín» y con quien compuso la ópera «María de Buenos Aires», creada en parte en suelo uruguayo.

Además, escribió en dos semanas «Suite de Punta del Este», una obra hoy más que conocida por la banda sonora de la película «12 monos», de Terry Gilliam, y que en 1980 paralizó la ciudad de Maldonado (este).

Esta creación nació por encargo del Centro de Artes y Letras de Punta del Este. El 2 de marzo de 1980 una camerata dirigida por Dante Magnone acompañó a Piazzolla y a su inseparable bandoneón en la catedral de Maldonado.

Su hija, la cantante uruguaya Estela Magnone, rememora para Efe aquel momento, que «fue increíble».

«Todos los conciertos estuvieron absolutamente repletos, gente parada por todos lados y yo tengo el recuerdo de que era increíble que mi padre estuviera dirigiendo a Piazzolla», relata la artista, quien en aquel momento tenía 30 años.

EL DÚO PIAZZOLLA-FERRER

Su hermano, el también músico Alberto Magnone, vivía en esa época en España, por lo que no pudo asistir al evento.

No obstante, explica a Efe, muchas de las historias de Piazzolla le llegan por su colaboración durante 14 años con Ferrer (1933-2014).

Una de ellas remite precisamente a, quizá, la composición más famosa del dúo Piazzolla-Ferrer, «Balada para un loco».

«Hay una famosa frase que dice: ‘No ves que va la luna rodando por Callao’. Yo le pregunté una vez a Horacio de dónde había sacado esa imagen y me dijo que había venido a Argentina Neil Armstrong, el primer astronauta que pisó la luna, y que en Buenos Aires le habían hecho un gran recibimiento por la calle Callao. De ahí sacó la imagen», cuenta el pianista.

La relación entre Piazzolla y Ferrer había empezado en 1967 y un año después firmaron la ópera «María de Buenos Aires», parte de cuya escritura tuvo lugar en Parque del Plata, a unos 50 kilómetros de Montevideo.

Si bien nunca hubo debates sobre su nacionalidad, el cantante del Quinteto de Piazzolla, Héctor de Rosas, resume lo que este provocaba en Uruguay evocando a un mito de ambas orillas: «En Montevideo a Piazzolla lo seguían por la calle como si fuera (Carlos) Gardel».

EFE

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