Vendimia en una noche de verano

Bernardo comenzando a organizar su vendimia.

Por Elio García |

Era alrededor de la siete y media de la tarde cuando nos fuimos con mi hijo y mi nieto a presenciar la vendimia nocturna de estos amigos que ahora paso a narrar.

En el trayecto tuve que explicar  a ellos qué era una vendimia, pero  no entendieron. No demoramos mucho en llegar a lo de Bernardo y María Marta.

La tarde era calurosa y ya nos recibieron aprontando una serie de cajones para cortar la uva e iniciar ese proceso casi místico que concluye luego de todo un periplo en el paladar de la gente, en el olfato, en la vista, en el color, en el mundo líquido de los sueños y la sensibilidad.

Hay una frase conocida de Joan Miró, dice así: «puedes contemplar una imagen durante toda una semana y no volver a pensar en ella de nuevo. Aunque también puedes mirar una foto tan solo un segundo y recordarla toda la vida.»

Fui con mi cámara y mientras toda esa familia y amigos trabajaban registré muchas fotografías, pero la principal la tengo dentro de la cabeza, imaginada, muy bien elaborada.

Vieron que hay veces en donde uno percibe algo importante y luego con el tiempo se da cuenta. Muchas veces pasa que de las cosas trascendentes nos caen las fichas cuando ya es tarde.

El Padre Pedro Wolcan cortó una ramita y bendijo todo aquello que se venía. Realizó la ceremonia del agua bendita y con su humor característico nos llenó a todos de aquella bendición.

Luego salió una luna inmensa por el este y al oeste se fue cayendo el sol. Para los niños llegó la aventura, para los grandes la culminación de una etapa y el inicio de otra.

Esa foto que no pude tomar, eso que uno percibió casi callado, el trabajo familiar, la alegría de la vida, todo eso que se me viene ahora cuando escribo lo descifré después.

Me di cuenta que lo más importante es el registro y la memoria que toda esa familia tendrá cuando vengan los años. Cuando los hijos crezcan. Cuando ese tiempo sea otro tiempo.

La historia de una familia es un mero parpadeo, a veces hay historias que uno no sabe dónde empieza y termina y, tal vez lo más importante, cómo sigue funcionando esa historia en tu vida. Los recuerdos se instalan a vivir entre nosotros, las influencias y los caminos nos determinan.

Bernardo y María Marta integran una familia, conforman una empresa, desarrollan un sueño, pero lo más importante de todo esto tal vez lo descubran otros. Porque las cosas importantes son simples como ellos mismos y son profundas como ese camino que van marcando en esta su generación, su lugar en el mundo.

En alguna mesa de vaya saber que lugar de Carmelo, del país o del mundo, alguien sirve una copa de vino El Legado, todavía no conoce el contenido.

Por eso escribo, para contar esto.

Porque estoy seguro que ese vino cuando sea tomado va guardar secretos de una noche de verano, cuando una familia recorría un pedazo de tierra de Colonia Estrella en plena vendimia cosechando ejemplos.

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