Rebelde, loco, genio, montevideano: tras los borrosos pasos de Lautréamont

Fotografía de la obra "Líautre ***2020", de la artista Fabiana Puentes, durante la exposición "Lautréamont, el montevideano", el 4 de noviembre de 2020, en Montevideo (Uruguay). EFE/Alejandro Prieto

Por Alejandro Prieto

El viento viene del sur y agita las palmeras, el pálido granito es masticado por las olas de un río amarronado nutrido por el océano, que ruge, que se calma de nuevo y escucha un canto lejano, la voz de un hombre que, desde la orilla del Sena, enuncia, blasfema, grita, y dice ser montevideano.

Es el Río de la Plata el que escucha al extraño, un conde que habla en francés y saluda al viejo océano, aquel que cruzó desde una Montevideo sitiada rumbo a tierras francesas -Tarbes, Pau, París-, donde finalmente marcó con tinta su huella: seis cantos inolvidables.

Escribir sobre el deseo de cortarle las mejillas a un bebé con una navaja no era algo a lo que los poetas se aventuraran en el siglo XIX y esto solo raya la superficie de «Los Cantos de Maldoror», ópera prima del joven franco-uruguayo conocido como conde de Lautréamont.

EL ROSTRO DE LAUTRÉAMONT

A escasos pasos de la Rambla Sur de Montevideo, en una casa ubicada en la esquina de las calles Camacuá y Brecha, nació el 4 de abril de 1846 el hijo de dos inmigrantes franceses: Isidore Lucien Ducasse.

Su padre era el diplomático François Ducasse, asignado al Consulado General de Francia en la capital uruguaya durante el Sitio Grande de la ciudad (1843-1851) y su madre, Céleste Davezac, una «cortadora de vestidos» que murió cuando su hijo tenía un año.

A los 13, Isidore viaja a Francia, donde asiste a dos liceos imperiales y después se instala en el barrio parisino de Montmartre para escribir y hacerse lugar en los círculos literarios hasta su muerte -de causa desconocida- el 24 de noviembre de 1870, de la que este martes se cumplen 150 años.

Reconstruir a partir de esto la identidad de Ducasse es, sin embargo, un desafío, ya que, como explica a Efe el escritor uruguayo Hebert Benítez Pezzolano, si bien hay correspondencia, datos y testimonios, «la biografía y el misterio han sido continuos».

Evidencia de esto, dice, es que el propio Ducasse anotara en su segunda obra, «Poesías», la frase «no dejaré memorias» y que hasta el retrato que se conoce como suyo pueda no serlo.

«No sabemos si la foto realmente es la que corresponde a su rostro. El rostro de Lautréamont, como tituló (el escritor) Jean-Jacques Lefrère su primer libro (…) es el rostro que él encontró en un álbum fotográfico en Francia pero no hay una indicación directa de que sea Isidore Ducasse», apunta.

El mismísimo Salvador Dalí, que admiraba al autor y pintó una de sus «imágenes» más famosas, la del «encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección», dibujó en 1937 un «Retrato imaginario de Lautréamont a los 19 años», dando una pauta de la duda que rodea al rostro.

Benítez, que investiga el tema hace unos 30 años y escribió sobre ello en «El sitio de Lautréamont» (2008), dice que hay «una incompletud (sic)» sobre la personalidad del conde ya que, como abundan en su obra la ironía, la parodia y la crítica, quizá tuvo una «deliberada necesidad de ocultar» que generó ciertos mitos.

El escritor revela que decidió publicar un testimonio que tenía guardado, producto del encuentro con la viuda del hijo de un medio hermano del conde hasta ahora desconocido, Alfredo Ducasse.

Como, según la viuda, la madre de ese hermano, Eudosia Petit, conoció a Isidore en su viaje de París a Montevideo en 1867, surge de la memoria familiar el relato de que los Ducasse lo llamaban «el loco» y que, a su vez, sospechaban que era homosexual por su vínculo con Pedro Zumarán, hijo de un político uruguayo.

LE MONTEVIDÉEN

En este año pandémico, las mascarillas y el alcohol no detuvieron en Montevideo la seguidilla de homenajes que, con el centenario de Mario Benedetti a la cabeza, marcaron 2020 para las letras uruguayas.

Para recordar el aniversario de un autor que, para el consejero cultural de la embajada de Francia en Uruguay, Patrick Flot, «reúne» a ambas naciones, la propuesta es «un proyecto global» que resalte una figura que, acota, «merece un reconocimiento mayor».

Por ello, con propuestas como un diálogo con autores franceses en la Biblioteca Nacional de Uruguay, un sello conmemorativo o una primera edición uruguaya de «Los Cantos de Maldoror», la apuesta es, para Flot, reivindicar a ese personaje «rebelde».

«Su postura frente al mundo fue una de las razones que fomentó la crisis que hubo entre dos autores mayores de nuestra historia intelectual, que fueron (Jean-Paul) Sartre y (Albert) Camus. Es decir, que contó en la literatura, la gente lo apreció», subraya.

Iniciativa de la embajada francesa desde 1982, el Premio Cézanne reunió este año a 11 jóvenes artistas bajo la consigna «Lautréamont, el montevideano» que, como afirma el coordinador artístico del Centro de exposiciones Subte, Raúl Álvarez, buscaba «festejar» al poeta.

Como resultado, la sala se llenó de obras diferentes que exploran las facetas del escritor.

«Lo interesante es ver cómo cada uno encontró una veta en la que trabajar, que no fueron transcripciones literales de la obra de Lautréamont sino que hay distintos tipos de abordajes (…) aproximaciones conceptuales, teóricas, de lenguaje», resalta, y añade que el surrealismo aparece mucho como «influencia diferida».

UN CONDE LATINOAMERICANO Y SURREALISTA

Así como parece que Ducasse hablara español, ya que hay registros de que leía en esta lengua, la profesora Alma Bolón puntualiza que entre las traducciones de «Los Cantos de Maldoror» no había -hasta ahora- una en español americano.

Por eso, para la edición especial de la editorial HUM y junto a la académica Beatriz Vegh, Bolón se dedicó a sacar marcas del español peninsular y recuperar «rarezas» del original en francés, especialmente «la sintaxis» y «la puntuación».

Por otro lado, en cuanto a las influencias literarias de Lautréamont, Benítez remarca que, entre sus admirados, destacan románticos europeos como Lord Byron o Víctor Hugo.

Sin embargo sostiene que también aparece como referente una poeta ecuatoriana, Dolores Veintimilla, y, póstumamente, la obra de Ducasse fue investigada por el modernista Rubén Darío, alabada por todos los surrealistas -entre ellos André Breton- o citada por el argentino Julio Cortázar en su «Rayuela».

El conde es una caja de sorpresas, apunta Benítez, y, aunque las investigaciones sigan, eso «no va a terminar por sortear el silencio y el carácter contestatario, radical, revulsivo que hay en su obra», ya que, concluye, el conde «no podrá ser domesticado».

EFE

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