Vivir a la espera, miles de argentinos llevan meses sin poder volver a casa

El abogado Carlos Lee, quien representa a cientos de los varados. EFE/Archivo

Por Aitor Pereira

Frenar el avance del coronavirus es desde hace más de siete meses el objetivo prioritario de las autoridades sanitarias argentinas, con restricciones a la movilidad e incluso cierre de poblaciones que, en lugares como la provincia de Formosa, impiden que miles de personas vuelvan a casa, mientras buscan formas de sobrevivir.

Esta provincia ubicada al norte del país, en la frontera con Paraguay, fue una de las últimas en detectar casos de covid-19, y el 21 de abril, un mes después de que comenzara la cuarentena en todo el país, decretó el «ingreso ordenado y administrado a la provincia» para los residentes, que a principios de junio fue temporalmente suspendido ante la aparición de los primeros casos.

El protocolo para que los formoseños que por algún motivo se encontraban fuera de la provincia puedan regresar a sus hogares incluye una cuarentena obligatoria en facilidades del Gobierno provincial, en los que las plazas no dan abasto para la cantidad de solicitudes de ingreso.

Esto ha provocado que algunas personas lleven varios meses varadas en distintos puntos, algunos incluso viviendo en la carretera.

INGRESO ADMINISTRADO PERO INSUFICIENTE

«En octubre, en una de las audiencias, la fiscal del Estado estableció que entraran 226 personas sobre un total de 11.000 solicitudes vigentes, creería que hasta la fecha han ingresado entre 1.500 y 2.000 personas», indicó a Efe el abogado Carlos Lee, quien representa a cientos de los varados.

El representante legal denuncia además que «el listado que ellos tienen de solicitudes de ingreso tampoco es público», por lo que desconocen «quiénes ingresan y en base a qué criterios», y sostiene que «muchas personas allegadas al poder» lo hacen «libremente».

El único punto habilitado para el acceso a la provincia es en la población de General Lucio Mansilla, limítrofe con la provincia de Chaco, a la que en los últimos meses han llegado cientos de personas esperando su turno de ingreso, y ante la demora han establecido campamentos improvisados en los que vivir.

«Hay gente que ha estado meses varada, donde teníamos épocas de mucho frío, cuando comenzamos esto en el mes de abril había temperaturas bajo 0; (las personas) eran socorridas muchas veces por camioneros que venían a traer mercadería y se apiadaban de esta gente y les dejaban mercadería para poder subsistir», agregó el abogado.

Los varados salieron de su provincia por diversos motivos, muchos de ellos por trabajo, otros para estudiar e incluso algunos para recibir tratamiento médico en Buenos Aires u otra provincia.

«ES UN LOQUERO ESTO»

«Estoy y estamos desesperados, y al no tener respuesta es un loquero esto», resumió para Efe Milagros Benítez, de 22 años, quien se encuentra varada después de ir a trabajar a Chaco hace cuatro meses con su pareja.

Al igual que otras tantas personas, Milagros lleva meses a escasos metros de su casa, a la que no puede acceder pese a la proximidad, aunque en su caso no tuvo que terminar viviendo en la carretera ya que una amiga que vive en la zona le ofreció alojamiento.

«El resto de varados está al costado de la ruta al ingresar a este pueblo, en la ruta. Cada vez vienen más y más, yo la única ventaja que tengo es que tengo techo y comida», afirmó, y agregó que pese a la hospitalidad de la familia amiga «ya se vuelve incómoda esta situación».

Ella acudió en varias ocasiones al puente que separa ambas provincias, pero ninguno de los funcionarios y policías que controlan el ingreso le supo dar respuesta en ningún momento, y se producen situaciones de personas que salen para socorrer a los varados y no pueden volver.

«Incluso hay personas de este lado del pueblo que algún día vinieron a verlos sus familiares y se cerró el puente y no pudieron volver más», subrayó.

Mientras, los varados buscan formas para sobrevivir, muchas veces dependiendo de la solidaridad, y en algunos casos se viven situaciones tan extremas como la de Mauro Rubén Ledesma, quien falleció ahogado cuando intentaba cruzar el río que separa las dos provincias.

«La gente que está al costado de la ruta sobrevive como puede, si bien los que vienen de cerca vinieron con un poco de efectivo pero luego termina en la nada porque tienen que sobrevivir. Nosotros en este caso íbamos, los visitábamos, les dábamos un kilo de pan, algo, porque tampoco pueden ingresar al pueblo a comprar», destacó Milagros.

MALAS CONDICIONES EN LOS CENTROS

Además de las dificultades para entrar a la provincia, el abogado Lee denuncia que las condiciones en los centros de aislamiento no son las ideales, y puso como ejemplo el temporal vivido dos semanas atrás, que provocó la entrada en estos lugares de insectos e incluso de una serpiente.

«La alimentación tampoco es la correcta, tienen solamente almuerzo y cena, no tenían heladera en el lugar, acá sufrimos calores de 45 grados a la sombra. No tenían una heladera para conservar sus alimentos, no tenían un ‘dispenser’ (dispensador) para tener agua corriente», agregó.

La organización de derechos humanos Amnistía Internacional (AI) denunció la situación y recordó que cualquier medida que tomen los gobiernos para frenar la circulación del virus «debe ser proporcionada, estrictamente limitada y necesaria, para evitar que sea utilizada de manera ilegal, abusiva e irrazonable y no debe perpetuarse en el tiempo».

«Ante esta grave situación que vulnera los derechos de cientos de personas que han permanecido varadas en lugares con pésimas condiciones y ven expuesta su vida y su salud, Amnistía Internacional pidió información a los gobiernos de San Luis, Salta, Santa Fe, Chaco, Formosa y Corrientes para que den cuenta concretamente de las políticas que se están implementando y cuál es la situación en cada frontera», concluye el comunicado de AI.

EFE

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