Sobrevivir sin facturar un solo peso durante la cuarentena de Buenos Aires

Una persona circula frente a un gimnasio cerrado el pasado 6 de junio, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Por Javier Castro Bugarín

Como un eco interminable, el sonido de las voces y los pasos se expande por las paredes del gimnasio de Guido Míguez. Ya no suena música desde los altavoces, los instructores dejaron de impartir sus clases y los vestuarios están vacíos. Ochenta días de cuarentena después, este espacio de más de 1.700 metros cuadrados sigue cerrado.

«Estando los gimnasios cerrados, no estamos teniendo ingresos. Estamos manteniendo la situación con nuestros propios recursos y con la ayuda del Estado», afirma a Efe Míguez, director de On Fit, una cadena con ocho sedes situadas en la capital argentina y su área metropolitana.

Como este gimnasio, miles de establecimientos y negocios continúan cerrados en Buenos Aires tras más de dos meses y medio de confinamiento, un tiempo en que se desplomaron los ingresos de los sectores con más interacción con el público, como es el caso de los centros deportivos, las peluquerías o las tiendas de indumentaria.

Y es que mientras gran parte del país ha flexibilizado diversas actividades, las medidas de aislamiento social continúan siendo muy estrictas en la capital federal y en su cinturón urbano, donde se concentran el 90 % de los nuevos casos de coronavirus.

PASAR DE 1.000 PERSONAS AL DÍA A 0 POR LA CUARENTENA

Por la sucursal de On Fit en el distrito porteño de Flores pasaban alrededor de 1.000 personas cada día antes de la pandemia, pero ahora, camino de los tres meses cerrado, a sus responsables no les ha quedado otra opción que «tratar de abrir 30.000 (sedes) en cada una de las casas» de sus socios, a través de las redes sociales o de su propia aplicación para móviles.

Sin embargo, el director del gimnasio reconoce que el sector está «muy afectado» por estos cierres obligatorios y que para pagar parte del salario de sus 150 empleados tuvieron que recurrir al programa ATP, una ayuda estatal aprobada en el marco del COVID-19 que cubre hasta la mitad del sueldo de los trabajadores del sector privado.

«De ese 100 % del salario, nosotros estamos pagando más del 60 % y el Estado, menos del 50 %. Estamos sacando de nuestros ahorros para poder mantener la empresa funcionando», comenta.

Aunque no todos los gimnasios tienen la «misma espalda» para afrontar ochenta días de confinamiento: hasta tres centros deportivos de Buenos Aires se han puesto en contacto con On Fit para traspasar sus socios. Abrir de nuevo, para ellos, es ya imposible.

En muchos casos, estos cierres se deben a la incapacidad de hacer frente a otros gastos fijos como el alquiler, las expensas o los suministros de agua y luz, por lo que también son importantes «todas las medidas de auxilio económico que los gobiernos locales puedan disponer», sostiene Eduardo Lépore, director del programa Pobreza, Inclusión y Política Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).

«Habría que ver qué medidas puede instrumentar el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para facilitar eso que no tiene que ver con el salario, sino con los costos fijos, donde los alquileres es una cuestión fundamental», manifiesta en una conversación telefónica con Efe.

LAS PELUQUERÍAS, EN SITUACIÓN DE «URGENCIA»

Con alrededor de 8.000 locales tan solo en la capital federal, todos ellos cerrados, las peluquerías y los salones de belleza han vivido con especial «urgencia» estos meses de cuarentena.

Así lo considera Óscar Fernández, director creativo de Roho, una peluquería que también se acogió al programa ATP como forma de aliviar una situación «muy angustiante y preocupante», sin poder trabajar en modo alguno.

«En un (primer) momento, habíamos pensado en cómo poder armarle el kit a la clienta para que se lleve, por lo menos, las dos o tres pinturas que se mezclan para obtener su color, pero no teníamos el permiso para venir a hacerlo, estaríamos violando la cuarentena», señala.

Con el objetivo de mantenerse más o menos a flote, desde la peluquería pusieron en marcha una compra futura con descuentos, quedándose «sorprendidos» por la «empatía» de sus clientes más habituales.

Pero la realidad es que, independientemente de estos pequeños ingresos o de la ayuda económica del Estado, «claramente se hace muy difícil sobrevivir, porque el dinero no alcanza».

«Nosotros necesitamos abrir de alguna manera, algo, porque es muy complejo cómo está esta cuarentena tan extensa (…). Claramente la situación es muy, muy compleja», asevera el responsable creativo de Roho, quien ya tiene preparado un protocolo para cuando puedan abrir de nuevo.

UN GOLPE DEFINITIVO PARA LAS TIENDAS DE ROPA

En el barrio porteño de Recoleta, conocido por sus boutiques de ropa y calzado, centenares de tiendas llevan más de dos meses sin abrir. Algunas volverán a hacerlo a partir de este lunes, con la nueva flexibilización de la cuarentena, pero otras, como la de María Bianchi, han tenido que echar el cierre definitivo.

«Lo de la cuarentena, 70 días sin trabajar… Eso es imposible. Por más que uno haga un esfuerzo enorme para seguir laburando, es insostenible», lamenta Bianchi, resignada, a las puertas del que fue su local durante tres años.

La historia de esta joven de 34 años es ilustrativa. La crisis cambiaria e inflacionaria desplomó los ingresos de su negocio, aguantó como pudo hasta finales del año pasado, hasta que por fin encontró un nuevo dueño… Pero el traspaso estaba fijado para el 30 de marzo, en plena cuarentena, y se quedó sin comprador.

Bianchi reconoce que perdió «muchos ahorros» tratando de sostener su pequeño comercio, cerrado como otras cinco tiendas de su misma calle, en donde «hay negocios vacíos por todos lados».

«En verdad, vienen cerrando negocios desde el año pasado (…). Hay tiendas grandes que tenían doce, quince sucursales, que cerraron y se fueron», subraya esta emprendedora, para quien la pandemia es una más de las múltiples crisis que atraviesa el país austral.

De hecho, ese sector de los «cuentapropistas» y de los pequeños comerciantes es «muy importante» en las áreas urbanas, un rasgo «cultural» e «identitario» de sus clases medias que genera muchos puestos de trabajo.

«Es un sector que es muy importante que sea cuidado, porque además de sus propias condiciones, y de lo que implicaría su empobrecimiento, hay que tener en cuenta que es un dador de trabajo», argumenta Eduardo Lépore.

¿CÓMO SE SALDRÁ DE LA CUARENTENA?

En este contexto, resulta inevitable plantearse lo siguiente: ¿qué ocurrirá cuando se termine la cuarentena en Buenos Aires y su área metropolitana? Más allá de protocolos, ¿volverá la actividad a los niveles anteriores al confinamiento?

Tanto Guido Míguez como Óscar Fernández son conscientes de que no habrá tantos clientes como antes, una «nueva normalidad» que durará, según el director de On Fit, «hasta que se resuelva en forma definitiva los problemas que está trayendo el COVID».

«Todos estamos protagonizando esta peli de terror y tendremos que buscar la forma entre todos, el Estado, la gente, de ver cómo se sale (…). Esto tendrá que ser una salida solidaria, si es subjetiva no va a funcionar», sentencia, por su parte, el responsable creativo de Roho.

En cualquier caso, Eduardo Lépore considera que ésta será una «recuperación progresiva», con la prolongación más allá del confinamiento de programas como el ATP que «logren evitar que este tejido pequeño-empresarial quiebre o cierre».

«Me parece importante cómo relacionamos un ingreso con un fortalecimiento de los servicios de empleo, o que a lo mejor sirva para que empresas que se estén recuperando puedan pagar parte de los salarios. Una salida progresiva con estas ayudas podría ser una alternativa», concluye.

Mientras tanto, la cuarentena de Buenos Aires y su cinturón urbano mantendrá en vilo a todos esos establecimientos y pequeños comercios que no han facturado ni un sólo peso desde la instauración del aislamiento social el pasado 20 de marzo.

(EFE)

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