Topolansky pone en duda que Uruguay esté preparado para tener una presidenta

Lucía Topolansy, vicepresidenta de Uruguay, recibe a Efe en su despacho del Palacio Legislativo. EFE/Raúl Martínez

Lucía Topolansky es la única mujer de Uruguay que ha asumido el rol de presidenta en la historia del país. Lo hizo «por casualidad», como dice ella, por primera vez en 2010 cubriendo la ausencia por viaje del entonces mandatario, José Mujica, desde su posición de senadora más votada. Después hubo más ocasiones.

La hoy vicepresidenta de Uruguay, que fue guerrillera tupamara, estuvo encarcelada, escapó y volvió a caer presa antes de la amnistía posdictatorial (1985) que recondujo su «causa» a la vía democrática, recibe a Efe en su despacho del Palacio Legislativo: reconoce que jamás pensó en postularse a la Presidencia y pone en duda que su país esté «preparado» para ese salto de género.

Sobre su mesa de trabajo, numerosos papeles apilados en montones o en bandejas de clasificación y otros que sostiene entre sus manos mientras responde, de manera reflexiva y pausada, a todas las cuestiones que se le plantean.

Se diría que solo falta el mate, como ese que comparte a primera hora de la mañana con ‘Pepe’ Mujica, el que fuera presidente de Uruguay de 2010 a 2015, su «compañero de vida y de lucha».

PREGUNTA: En septiembre cumple dos años en la Vicepresidencia. ¿Qué balance hace?

RESPUESTA: Yo llegué a la Vicepresidencia por una circunstancia no deseada y, ese día, cuando la Asamblea General votó afirmativamente la renuncia de mi antecesor (Raúl Sendic, por presunta corrupción), prioricé la estabilidad del país y eso quería decir que yo me tenía que subir a un auto en marcha y tratar de que hubiera el menor ruido posible. Podía haber rearmado los equipos y decidí dejar todo como estaba y no hacer ningún ruido extra, poner alguna gente de mi confianza en apoyos y tratar de que fuera una transición suave, serena. Creo que lo he logrado. No lo digo con petulancia, sino porque es un objetivo que estoy contenta de que se haya hecho porque es en bien de la democracia. ¿Se podría haber hecho más? Siempre se puede hacer más en cada orden de la vida. Me remito a este tiempo y a este trabajo que siento que he hecho para el país.

P: Estamos en pleno año electoral…

R: Esto está al rojo vivo.

P: Las encuestas no dejan bien situado al Frente Amplio, que perdería el Gobierno en favor del Partido Nacional. ¿Qué opina de la dupla Daniel Martínez-Graciela Villar (candidatos del FA)?

R: Lo que dan las encuestas, veremos… Estamos en plena pelea. La respuesta final la tendremos el 27 de octubre, no antes. El Frente Amplio es una construcción sui generis, casi única en el mundo, porque es una coalición donde tenemos partidos, como el Comunista, el Socialista, el Demócrata Cristiano; movimientos como el que yo pertenezco (MPP), sectores más progresistas, más de centroizquierda… es un abanico. ¿Qué nos une? Un programa que construimos entre todos, un estatuto que son nuestras reglas del juego y un compromiso ético. Son tres pilares que nos unen. ¿Y por qué nos juntamos? Porque la izquierda uruguaya comprendió tempranamente, en el 71, que si no estábamos unidos nunca íbamos a llegar.

Algunas circunstancias de economía internacional que nos pegan en la cuestión económica y laboral del país, algunos dicen el desgaste de gobernar, etc… hacen que esta elección sea más complicada, más difícil para nosotros pero no es imposible. Daniel es un ingeniero industrial que tiene experiencia de gobierno (entre otros cargos, fue intendente de Montevideo). Y tiene un énfasis muy fuerte en dos aspectos: en el equipo de trabajo y en la eficiencia de la gestión de gobierno. En el caso de Graciela Villar, ella viene del mundo sindical, eso le da mucha facilidad de comunicación. Son muy complementarios los dos. El discurso de Graciela es más de tocar el corazón y el de Daniel es más de tocar la razón, pero en la política se precisan las dos cosas. El Frente tiene ya su fórmula, tiene su programa y ahora tiene que salir a hacer la campaña. Nosotros vamos a pelear hasta el último día de octubre y, si tenemos que pelear balotaje, lo vamos a pelear.

LA MUJER EN LA POLÍTICA

P: Ahora mismo hay dos mujeres (Villar y Beatriz Argimón, del Partido Nacional) que aspiran a la Vicepresidencia. ¿Está Uruguay preparado para una presidenta?

R: Yo tengo algunas dudas. Uruguay es un país raro en el tema de la mujer porque fue el primer país que le dio el voto en toda Latinoamérica, el divorcio por sola voluntad de la mujer, derechos de herencia de tener propiedades… Todo eso fue muy temprano en Uruguay. (El presidente José) Batlle y Ordóñez peleaba por que las mujeres estudiaran y creó una universidad especial para las mujeres, que se llamó La Femenina para que hubiera mujeres profesionales. Es decir, tuvimos vanguardia ahí. Después eso quedó como quieto en el período de la dictadura (1973-1985) y el feminismo se puso con fuerza sobre la mesa después de la dictadura. Yo no sé si el Uruguay culturalmente está preparado. Tengo la duda, pero es una lucha que hay que seguir dando y, por lo menos, apareció ese escalón: hay dos mujeres que aspiran a la Vicepresidencia.

P: ¿Nunca se planteó abiertamente postularse a la Presidencia?

R: No, yo no, porque además de la condición de mujer se precisan otra cantidad de cuestiones que a mí me faltan. Hay gente mucho más capacitada que yo en el Frente Amplio. No pasa por ahí lo mío. Yo soy una militante de muchos años y me voy a morir militando y creo en la causa en la que estoy, que para mí es lo más importante de mi vida. Yo empecé a militar en el año 58. Para mí es parte de mi vida. La circunstancia institucional es de los últimos años. En realidad no es mi meta principal. Mi meta principal es la felicidad del Uruguay y creo que se puede hacer política desde muchísimos ángulos, no solo desde la institucionalidad.

LA CRISIS DE VENEZUELA

P: ¿Por qué considera que Uruguay sigue siendo una isla en la izquierda latinoamericana?

R: Los tres grandes partidos del Uruguay son frentes. Eso es parte de la impronta uruguaya, te diría, que es muy distinta a nuestros vecinos, totalmente distinta. Por eso se explica Uruguay, por nuestra historia. El modo de hacer política… Nosotros coordinamos todas las semanas los partidos, discutimos entre todos en esa mesa, un delegado por partido, cómo se va a posicionar un partido frente a una ley, no hay una guerra salvaje. Hay una cortesía parlamentaria, una forma de hacer política en la que tratamos de buscar acuerdos. Creo que ese ejercicio republicano, porque es muy republicano Uruguay, le ha ayudado en la negociación. Todos negociamos acá.

P: ¿Eso hace que también busquen las negociaciones fuera? Lo digo pensando en el papel de mediación de Uruguay en la crisis de Venezuela.

R: Sí, nosotros estamos convencidos. Nadie va a sospechar de intentos imperialistas del Uruguay (ríe). Sería ridículo. Uruguay siempre ha jugado el rol de puente. No es esta la primera vez. A nosotros nos duele una invasión porque hemos visto lo que pasa en los países cuando se producen invasiones. En Venezuela puede ser una masacre porque hay mucha gente armada. Por eso participamos de los dos mecanismos que hay en marcha y finalmente el Grupo de Lima nos está dando la razón. Y por suerte los noruegos, que son especialistas en mediación, han agarrado el toro por los cuernos y ojalá se llegue. Esa salida, de las dos o tres o 15 partes que hay en Venezuela, todos van a tener que ceder algo, no es tampoco blanco y negro, y si Uruguay logra eso ya ha logrado algunas cosas. Por lo menos para la invasión no hay acuerdo en Latinoamérica. Eso quedó ahí. Y si eso sale, tiene una salida negociada, aunque tenga rengueras la salida, siempre va a ser mejor que una guerra desatada.

P: ¿Cree que se está jugando algo más en Venezuela que no vemos?

R: Hay intereses internacionales, que juegan en todos los conflictos, en el de Venezuela, Libia, Siria, Irak, Irán, Ucrania… En todos lados hay intereses. Pero nosotros nos enteraremos cuando se desclasifiquen los documentos. Nosotros capaz que ni nos enteramos, nos morimos antes, cuando se escriba esa parte de la historia.

P: ¿Qué opinión le merece que una de las personas más beligerantes con el Gobierno de Nicolás Maduro haya sido un excanciller uruguayo?

R: Creo que (Luis) Almagro se equivoca porque la Secretaría General de la OEA tiene que tener equidistancia en los conflictos, tiene que tratar de dialogar con las partes y él tomó partido. Y no se puede tomar partido. Él tendría que hacer lo que hizo Bachelet, fue y dialogó; después informó lo que, a su entender, pasaba. Pero tuvo una actitud mucho más equidistante, pero Almagro, desde hace más de un año, tomó partido y eso ha generado una cantidad de enojos en el continente, por lo cual creo que no hay ningún país, salvo Estados Unidos, que quiera su reelección.

ANA, LA EXGUERRILLERA

P: ¿Queda algo de Ana en Lucía Topolansky?

R: La esencia de la causa es la misma.

P: ¿Se hubiera imaginado ella en un despacho como este?

R: No, no, la gente no puede mirar tan largo en el tiempo, así que yo voy viviendo… Siempre he tenido la norma de vivir al mango (al máximo), en el acierto o el error. Lo peor es desperdiciar la vida porque tenemos una sola. Hay que gastarla bien gastada.

P: Usted, que conoce el paso de la lucha armada a la política institucional, ¿cómo vive el caso de Colombia?

R: Creo que el expresidente (José Manuel) Santos hizo un esfuerzo descomunal porque fue el único que entendió cómo debía ser el diálogo, porque diálogos hubo muchos frustrados antes de ese. El presidente actual no lo entiende y está fracasando el proceso de paz lamentablemente. Santos, que fue ministro de Defensa de (Álvaro) Uribe, se dio cuenta de que la lucha estaba empantanada, porque ni Bogotá podía llegar a la selva ni la selva podía llegar a Bogotá. Había zonas, había dos Colombias. Él se dio cuenta, pensó otra cosa y yo creo que lo hizo bien. Yo lo conocí a Santos y él estaba absolutamente convencido de lo que estaba haciendo. Pero los intereses no lo dejaron terminar. La guerra es un negocio.

P: ¿Y cómo se hace ese tránsito de las armas hacia la política?

R: La lucha con armas es política también. Hay quien la clasifica de mafia, de yo qué sé, dicen cualquier cosa. Aquí, (el historiador Carlos) Real de Azúa decía que éramos políticos con armas; esa es la definición que creo es más justa. Ahora bien, yo creo que siempre lo principal es la causa, lo otro es el medio. Nosotros perdimos en la circunstancia militar que nos derrotó. A la salida de la dictadura entendimos que había que seguir la misma lucha pero por otra vía. Porque el continente latinoamericano todo discutió cuál era la vía más eficiente para llegar al poder, en todo el continente había guerrillas. Allende fue una expresión de la vía electoral y nos mataron a los dos. Derrotaron a las dos vías, nos masacraron, todos aprendimos.

P: A pesar de su amplia trayectoria como guerrillera y como política ya en las instituciones, para mucha gente fuera de Uruguay usted sigue siendo ‘la mujer de Pepe Mujica’. ¿Cómo se puede luchar contra esa alargada sombra?

R: Yo no lucho contra nada, porque nadie me obligó a ser la mujer de Pepe Mujica. Primero, que ‘de’ no me gusta. Esa gente que firma ‘fulana de tal’, o peor, las que eliminan el apellido me parece infame. Yo me he tomado el trabajo de saber cómo se apellidan algunas mujeres importantes del mundo, como Angela Merkel o Hillary Clinton, que no se llaman así (Kasner y Rodham, respectivamente). Primera precisión: somos compañeros de vida y de lucha. Eso yo lo elegí libremente, entonces no me tengo por qué defender. Y, además, mi visibilidad en el mundo me importa poco. A mí me importa lo que hago y la causa por la que lucho, lo otro me parece absolutamente secundario. Es el problema de otro, no mío.

Concepción M. Moreno

(EFE)

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