La silla vacía

La silla vacía. El difícil momento de celebrar las fiestas sin los seres queridos.

Por Elio García /

«Del cerebro, y sólo del cerebro, surgen nuestros placeres, alegrías, risas y bromas, así como nuestros pesares, dolores, aflicciones y lágrimas… El cerebro también es la sede de la locura y del delirio, de los miedos y temores que nos asaltan de día o de noche.» HIPÓCRATES

 

Por estas horas se suceden las fiestas, celebraciones, las alegrías. Hay un sentimiento generalizado de brindis que contagia todos los hogares y que acerca a la gente desde un espíritu especial de festejos.
Pero hoy, sin embargo,  quiero recordar a todos aquellos que van a pasar esta noche por un momento doloroso:  asumir y soportar la presencia de una silla vacía en la mesa de los festejos.
Mientras afuera nos inundan los mensajes de prosperidad y felicidad, adentro de esas familias seguro que todo lo que se viva en ese instante del cambio de año, refleje el dolor de quien ya no está más entre nosotros.
¿Cómo celebrar esta noche con esa ausencia?, ¿cómo afrontar los recuerdos de cuando todo era alegría y presencia?.
No hay recetas para estas situaciones. Menos palabras. Tal vez es un momento para recordar a esa persona desde la alegría. Todos dejamos huellas en nuestro pasaje por este mundo.
Tengo amigos que pasando por estas situaciones, organizan estas fiestas e intentan tapar el dolor. Los respeto mucho. Pero creo que el desafío es que en la mesa de esta noche pongamos una silla vacía. Un símbolo que marque la falta de esa persona querida, pero a su vez, un sitio donde recordemos lo mejor que nos dejó ese familiar que partió.
La silla vacía es necesaria. Identifica la verdad de las cosas y nos invita a recordar a esa persona querida, que está por todos lados. Por las lágrimas de esta noche, pero está por la sangre. A veces la podemos identificar en la sonrisa de un hijo o de un hermano. De una expresión, en una forma de caminar, de esas cosas que se heredan y que hacen a las familias seres particulares pero con marca propia.
Brindo por los que no están. Por los que se fueron. Invito a traerlos en nuestro recuerdo y a intentar construir el legado que nos han dejado. Continuar este viaje intentando ser mejores personas. Aceptando la realidad y recordando que todo tiene sentido, que no hay ausencia cuando hay recuerdo. Y si hay que llorar a moco tendido, que toda esa bronca o amargura sirva para unirnos y fortalecernos sabiendo que todo se transforma y lo esencial nunca muere.
Porque la felicidad es un camino nunca un destino.
Feliz  2016!
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