La democracia frente al espejo

Javier Miranda (foto: Frente Amplio web oficial)

Por Javier Miranda / Presidente del Frente Amplio

Si de sincerarnos se trata eso de mirarnos en el espejo crítico de cada día, debemos admitir que vivimos en la actualidad una crisis de la democracia representativa, no solo en Uruguay sino en el mundo.

El fenómeno Trump, el referéndum en Colombia, el Cinque Stelle hoy y Berlusconi casi siempre en Italia, nos demuestran que la democracia tal como la concebimos, también envejece. Es como si se le notaran las arrugas en el espejo.

Más del 60% de abstención en una instancia donde se pone en consideración un conflicto armado que lleva medio siglo en Colombia. Ni aún García Márquez podría contarlo mejor que lo que refleja el espejo roto de hoy en la tierra del realismo trágico: “Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací”.

Esos y otros datos de la realidad como la abstención brutal en Chile de más del 60% de la ciudadanía en las elecciones municipales, reflejan una clara sensación que con la poca participación de la gente en los procesos de definiciones democráticas, los que ganan son casi siempre los que se manifiestan fuera del sistema. “Ustedes los políticos” le repetía una y otra vez Trump a Hillary Clinton durante los debates del año en que chocamos contra nosotros mismos, tal como lo sintetizó Caparrós en el New York Times. El Brexit del Reino Unido es otra señal elocuente que siempre se puede discernir peor.

Involucrarse supone mirarse al espejo y reconocerse con los ceños tan fruncidos como desconfiados; supone eso, verse a uno mismo con sus cansancios y descuidos.

Efectivamente hay poca participación, poco involucramiento de la gente en la conducción de la democracia. Estos son datos preocupantes. Claro que preocupan.

Todas estas señales desnudan una crisis de la capacidad representativa de la democracia.

El involucramiento de algunos parecería que se limita a discutir en los medios, en tribunas simples desde el balcón, sobre agendas de otros.
La política en general se ha convertido en una mercancía más de consumo masivo.

Tal como lo describió Vargas Llosa cuando habló de la civilización del espectáculo, hoy la política peligrosamente se parece demasiado a un gran show con envase de espectáculo.
Esa lógica perversa del sistema es la que tenemos que revertir con más ideas y mejor política. Hablando de política. Cuidando no desgastar mecanismos legítimos de la democracia. Corrigiendo todo lo que haya que corregir.

Sinceramente creo que es muy malo desgastar los instrumentos legítimos de la democracia. Las comisiones investigadores parlamentarias son un instrumento absolutamente legítimo en la democracia. Pero si convertimos ese instrumento constitucional de contralor y de debate, en una ocasión para montar el show, para generar corrientes de opinión que desgasten a un partido político, eso es casi un suicidio democrático. No solamente desgata una herramienta valiosa para el sistema, sino peor, desprestigia la democracia. No tenemos derecho a banalizar la democracia para salir en la TV.

El desgaste de las herramientas de la democracia, su utilización espuria para fines exclusivamente electorales y para generar corrientes de opinión, lo que hace es generar mayor descreimiento en la población. Y corremos el riesgo que algunos se distraigan con el show y no le presten la misma atención a lo que verdaderamente importa, sus derechos.

No es bueno desgastar los mecanismos democráticos para obtener un rédito chiquitito en la atención mediática. Es chiquito, muy chiquito, el espacio que ocupan, pero es peligroso para el sistema ahondar descreimientos y cansancios por un puñado de aplausos de ocasión. El discurso del descreimiento, la obsesiva apelación a comisiones que no investigan hechos sino fotocopias, si hasta parece que algunos padecieran un trastorno interpelador obsesivo compulsivo.

Hay que cuidar los mecanismos de la democracia y utilizarlos seriamente. Seamos sinceros frente al espejo y cuidemos las herramientas del sistema.
Cuida a quien te cuida.

Esto no es una negación ni de las interpelaciones ni de las comisiones investigadoras, es solamente un llamado a cuidarlas, a utilizarlas solamente para los fines que fueron creadas, responsablemente.

Un ejemplo elocuente de banalización de la discusión es el tema de la seguridad. El discurso de la inseguridad -muy funcional a la derecha para generar el miedo de la población- se vuelve contra sus propios promotores. La banalización de la violencia y de la seguridad genera mayor violencia y mayor inseguridad. Y eso hasta ellos lo saben. Los que promueven una y otra vez el miedo como forma de obtener algún rédito menor.

No banalicemos la democracia degradándola con patéticos shows mediáticos. Repensemos roles, formas, agudicemos la mirada y esforcémonos más en buscar la forma de mejorar la democracia. No necesitamos detractores de la esperanza, sino partidos con ideas que recreen el horizonte de igualdad.

Vía: Frente Amplio

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