Fantasmas

No me preguntes quién es el del auto. Ya pasó.

Por Elio García

¿En qué quedó lo del árabe en Colonia? Me cuestiono no seguir las noticias, matarlas con el olvido, ignorarlas por pereza intelectual. Debería reflexionar. Las cosas que se dicen deben tener un final, no una interrogación. Hay noticias que las dejamos a la intemperie, incluso temas serios, se los archiva y no ponemos luz allí donde hay oscuridad.

Soy un fiel creyente que gran parte de esas cosas malas que como sociedad nos suceden provienen de la siesta de actitud.

Hacer el trabajo a media máquina. Esperar el informe oficial y remitirse a la transcripción que nos relatan desde vaya saber que oficina. Copiar y pegar. No cruzar a la otra vereda, a la de la duda.

No permitirnos pensar distinto. Focalizar un hecho, aislarlo con precisión quirúrgica y ver como inexorablemente las cucarachas van apareciendo y nos acusan en descontextualizar la información y ser tendenciosos.

Cada vez que alguien salta por algo salta. Nada es gratis en este mundo.

Todo tiene un precio incluso en gobiernos que promueven la sensibilidad a cambio de tu conciencia, por algún lado vas a pagar.

Las noticias que se olvidan y se archivan se llenan de polvo, dicen que ya no interesan más e incluso te preguntan desde el más débil consejo: «¿qué ganas con contar esa historia?».

El malestar es el motor que nos debe movilizar como una consecuencia de nuestro trabajo. Allí donde no hay sonrisas, donde la indiferencia reina y las miradas dicen todo, uno percibe entonces los resultados de su trabajo. Me encanta que no me inviten a una inauguración, por ejemplo.

Eso es una de las tantas cosas que les pasa a quienes muestran lo que unos no quieren que veas. Contarte cosas que te dicen que en realidad no son ciertas y ponerlos en evidencia. Demostrar que la verdad duele y que desde la raíz de ese dolor surgirá una sociedad mejor. Es nuestro granito de arena, revolver allí donde ellos no quieren porque no les conviene.

Acercarse a la verdad es una utopía, un texto inteligente se descubre cuando no hay obviedades. En pretender hacer pensar a alguien en el silencio más absoluto  de la lectura y en la libertad más libre, esta el fruto de algo parecido a un gol.

Y por favor, no me preguntes mañana, cuando me veas en la calle comprando 200 gramos de mortadela, quién es el señor de la foto que acompaña esta nota.

 

 

 

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